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China: A 20 años de la masacre de Tiananmen Imprimir E-mail
Jueves, 04 de Junio de 2009 02:54


 
Página 12, Agencias

Las heridas que abrió la masacre de Tiananmen no cicatrizaron en China.

Heridas de Tiananmen
Las heridas que abrió la masacre de Tiananmen no cicatrizaron en China.

Veinte años después de la sangrienta represión del movimiento estudiantil el recuerdo aún marca a los chinos. Durante la noche del 3 al 4 de junio de 1989 los tanques del ejército invadieron la ya mítica plaza y aplastaron las aspiraciones democráticas de estudiantes, profesores y militantes sociales. Hasta el día de hoy, el gobierno de Beijing se niega a revelar la cifra de víctimas. Según los líderes estudiantiles, hoy intelectuales opositores en el exilio, los tanques y las ametralladoras mataron a miles de manifestantes.

“El 4 de junio tuvo lugar un crimen inhumano, un acto atroz contra la humanidad”, denunció la profesora retirada Ding Zilin. Su hijo Jiang Jielan, de 17 años entonces, fue una de las primeras víctimas que murieron tiroteadas cuando los tanques avanzaron sobre la multitud de manifestantes pacíficos. “Quiero que el gobierno me dé una respuesta clara a la pregunta de por qué murió mi hijo”, agregó la jubilada de 73 años. Ella, junto a otras madres de los estudiantes fallecidos, formó la red “Madres de Tiananmen”. Desde entonces, aseguró, el gobierno la tiene bajo constante vigilancia.

Todas las denuncias y las críticas que resuenan en el mundo todos los años en estas fechas apenas tienen repercusión en Beijing. Para el gobierno comunista chino es como si la masacre no hubiese existido. No aparece en los libros de texto escolares, no hay conmemoraciones ni mucho menos un mea culpa. “Una revisión del 4 de junio de 1989 supondría el inicio de un proceso de reformas políticas en China”, opinó Wang Dan, el ex líder estudiantil que encabeza la lista de los 21 manifestantes de Tiananmen más buscados por el gobierno.

A diferencia de otros líderes de aquel movimiento, Wang experimentó durante cerca de siete años el rigor de las prisiones chinas, antes de ser expulsado en 1998 hacia Estados Unidos. Allí se recibió en Harvard de doctor en Historia y desde 2008 es miembro asociado de la Universidad de Oxford y milita por la democratización de su país desde Taiwan. “Nadie sabe cuál sería el resultado de abrir la discusión sobre Tiananmen y nadie quiere correr ningún riesgo”, señaló Wang.

Aunque el debate sigue sin darse, aún quedan voces que recuerdan la represión indiscriminada de aquella noche. “Pensamos que como no habíamos participado en el movimiento estudiantil, no nos iban a disparar. Sin embargo, vimos horrorizados que las tropas se detuvieron en el hotel”, relató Feng Youxiang a los medios internacionales. El y su esposa, Liu Jinhua, caminaban por una de las calles adyacentes a la plaza en el momento en que los tanques avanzaron. Los dos recibieron impactos de bala, pero nunca lo denunciaron. No son militantes, pero prometen seguir contando su historia hasta que se haga justicia.

 


Para China, Tiananmen fue "un incidente político"


AP Y EFE, desde Beijing

En vísperas de cumplirse hoy 20 años de la matanza de Tiananmen, el gobierno chino calificó ayer esa masacre como un mero "incidente político" y antepuso el desarrollo económico y social del país a toda revisión de los violentos hechos ocurridos en junio de 1989.

"Nuestro Partido y gobierno han llegado ya a la conclusión de que, a lo largo de 30 años de reforma y apertura, China ha sido testigo de un progreso económico y social", dijo un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, al ser preguntado por la actitud de Pekín ante los hechos de 1989.

En la matanza de Tiananmen, perpetrada por el Ejército chino entre el 3 y el 4 de junio de 1989, murieron entre 400 y 2.000 manifestantes.

El vigésimo aniversario de la matanza se cumple prácticamente entre sombras y silencios en China, cuyo gobierno siempre ha evitado mencionar la masacre, un tabú en libros de historia y medios de comunicación, con muy contadas excepciones.

Como otros años, los actos de conmemoración de la matanza están centrados en Hong Kong, a donde huyeron muchos de los estudiantes que protestaron en la primavera de 1989, y donde rigen leyes distintas al resto del país, por lo que manifestaciones y huelgas en recuerdo de las víctimas están autorizadas.

Las heridas que abrió la masacre de Tiananmen no han cicatrizado aún ni mucho menos. En 1989 las orugas de los tanques no sólo aplastaron el anhelo de democracia, libertad y participación en el proceso de toma de decisiones, sino que también se perdió en gran parte el idealismo.

Hasta el día de hoy, Beijing se niega a revelar la cifra real de víctimas de la masacre. "El 4 de junio tuvo lugar un acto atroz contra la humanidad", asegura la profesora retirada Ding Zilin. Su hijo Jiang Jielan, de 17 años, fue una de las primeras víctimas que murieron tiroteadas cuando los tanques avanzaban sobre una multitud de manifestantes pacíficos.

"Quiero que el gobierno me dé una respuesta clara a la pregunta de por qué murió mi hijo", dice Ding, de 73 años, quien forma parte de la dirección de la red "Madres de Tiananmen" y que está bajo vigilancia permanente de la seguridad del Estado.

 


Reportaje:  "Gritó 'soy médico', y le dispararon"

Shao Jiang, líder estudiantil en la Universidad de Pekín y uno de los últimos manifestantes en salir de la plaza, relata cómo el Ejército aplastó la protesta


José Reinoso, Pekín, 3-6-09
El País, Madrid, 3-6-09

     
Shao Jiang llevaba cuatro años como estudiante en la Universidad de Pekín (Beida), la más renombrada de China, cuando estallaron las manifestaciones. Se convirtió en uno de sus líderes, hizo huelga de hambre y fue uno de los últimos en salir de la plaza en la madrugada del 4 de junio. Lo que vivió aquellos días ha marcado su vida para siempre. Incluido por la policía en la lista de los manifestantes más buscados, fue detenido después de tres meses en fuga y pasó año y medio en la cárcel. Tras ser liberado, fue sometido a arresto domiciliario, interrogado numerosas veces y seguido por la policía secreta por continuar pidiendo reformas políticas.

Las autoridades intentaron sobornarle sin éxito para que renunciara a su disidencia. Quienes iban a darle trabajo eran amenazados. En 1997 se exilió en Europa; primero en Suecia, luego en Reino Unido. Actualmente es investigador en la Universidad de Westminster (Londres) y continúa su activismo en defensa de los derechos humanos en China. Está especializado en la transición de regímenes totalitarios y autoritarios en la antigua Unión Soviética, los países de Europa del Este y Asia Oriental. Tiene 42 años. Así cuenta a EL PAÍS lo que pasó aquellos días.

"En 1989 estaba en mi cuarto año como estudiante en Beida, y como muchos otros estudiantes y gente común en la ciudad y otras partes de China pensaba que nuestro país estaba preparado para un cambio. La muerte de Hu Yaobang el 15 de abril desencadenó las protestas en Pekín. Dos días más tarde, alrededor de 200 universitarios hicieron una sentada delante de la Asamblea Nacional. Yo hice el borrador del documento llamado Demandas en siete puntos y lo cotejé con otros estudiantes antes de entregarlo al Congreso".

"Para cuando llegó la noche del 3 de junio había docenas de tiendas de campaña en la plaza de Tiananmen, y algunos manifestantes estaban en huelga de hambre. Entonces no lo sabíamos, pero los acontecimientos que se iban a producir en las horas siguientes cambiarían China para siempre".

"Desconocíamos que los líderes del partido habían dado órdenes estrictas al Ejército: limpiar la plaza de manifestantes antes del amanecer. Para hacerlo, las tropas primero tuvieron que abrirse paso en las calles cercanas, aplastando las barricadas que bloqueaban su paso y matando a quienes se resistían o se ponían en su camino".

"Una de las rutas llevó a los soldados a lo largo de la avenida de Changan. Cuando nos llegaron a la plaza de Tiananmen noticias de los terribles sucesos que se estaban produciendo, algunos amigos y yo fuimos a intentar ayudar. Corrimos a lo largo de la avenida. Cuando llegamos al hotel Yanjing eran alrededor de las once de la noche. Allí vi los tanques y camiones repletos de soldados disparando contra los civiles que estaban delante de ellos y los peatones en ambos lados de la calle. También había soldados a pie tras los tanques y los camiones. Encontramos a varias personas en el suelo, e hicimos lo que pudimos para ponerlas en lugar seguro. Pero para algunos manifestantes era demasiado tarde. Espero no volver a ver nunca tantos cadáveres como aquella noche".

"Cuando vi que los tanques y los camiones se dirigían hacia el este, corrí de vuelta hacia Tiananmen. Los tanques habían sido detenidos temporalmente por las barricadas. Cuando estaban intentando empujarlas, un hombre con una bata blanca caminó lentamente hacia un herido en la calle mientras gritaba a los soldados: 'No disparéis, soy médico'. Le dispararon de inmediato. En la calle de Nanchizi, había gente gritando: 'Fascistas, asesinos'. Les dispararon".

"Luego se supo que las muertes en la zona oeste de Changan fueron las más numerosas aquella noche, aunque hay pocas imágenes grabadas. Yan Wen, uno de mis compañeros de clase en la Universidad, cayó muerto de un disparo mientras estaba fotografiando los disparos".

"Volví a la plaza en las primeras horas del 4 de junio. Alrededor de 2.500 personas estábamos reunidas alrededor del Monumento a los Héroes del Pueblo, situado en el centro de la inmensa plaza. Nos superaban decenas de miles de soldados con tanques en tres lados. Hicimos una votación oral para decidir si debíamos permanecer o irnos, y acordamos evacuar la plaza pacíficamente. En ese momento, las luces se apagaron de repente. Los soldados se lanzaron hacia las escaleras del monumento, empujándonos con sus armas y golpeando con barras de hierro. En medio del pánico, muchos manifestantes fueron pisoteados y resultaron heridos. Aún hoy, no sé qué fue de ellos. Los tanques se dirigieron hacia nosotros, aplastando todo a su paso".

"Yo quise ver si había alguien dentro de las tiendas, pero, cuando lo intenté, un soldado me apuntó con su arma. Me apresuré a salir de la plaza. En la camiseta llevaba sangre de los muertos y los heridos que había ayudado a mover en Changan. A diferencia de muchos otros, aquella noche escapé sin daño. Durante las siguientes semanas, con las fuerzas de seguridad a la caza de los manifestantes prodemocráticos, huí a través de media China y me refugié en varias casas en el sur del país. Mi plan era escapar a Macao".

 

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