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Sábado, 20 de Junio de 2009 02:02

 

Extraido del artículo: Contrainformación. Entre lo real y lo virtual. Ekintza Zuzena /De Ateneo Virtual, la enciclopedia libre.

Ante la apropiación del lenguaje por parte del poder no resulta sencilla la designación de un término que resulte totalmente satisfactorio a la hora de nombrar esa otra realidad que se construye al margen y/o en contra de los medios de comunicación de masas.

El término más extendido es el de “contrainformación”. Este es, sin embargo, un término contradictorio y ambiguo. En cierto modo, se podría decir que quienes “contrainforman” son los medios de comunicación de masas y que los medios alternativos tratan, en la medida de sus posibilidades, de socializar una auténtica información.

También podría verse la contrainformación como una especie de espejo de la “información”, algo que se configura casi simétricamente (a la contra) frente a los medios de comunicación de masas, sin ofrecer realmente una alternativa que los trascienda.

En tercer lugar, la contrainformación se puede entender como la elaboración de un discurso comunicativo distinto y/o opuesto al oficial (entendiendo por oficial al que se genera desde las estructuras de poder, tanto políticas como económicas), que puede servir herramienta de formación, reflexión, movilización y enriquecimiento personal y colectivo. En este sentido, y aunque mantengamos el término “contrainformación” dada su amplia difusión, quizás sería más correcto hablar de “comunicación transformadora”, definida como la interacción libre, igualitaria y dinámica entre quienes participan en un proceso de cambio social.

La contrainformación, entendida de un modo abiertamente político (radical y global), asume una serie de características:

  • Afán transformador de la ideas y de la vida (sentido global de transformación social).
  • Naturaleza autogestionada.
  • Independencia o no dependencia política o económica.
  • Carácter no comercial y no remunerado (intento de superar la alienación del trabajo asalariado).

Este es el perfil tipo de lo que se conoce popularmente como “Fanzines” (es decir, aquellas publicaciones autoproducidas, que abarcan temas políticos, musicales, literarios, etc.) y de las denominadas “Radios Libres”, sin obviar la omnipresente influencia de internet.

Si atendemos únicamente al mensaje vehiculado (esto es, a la elaboración o difusión de mensajes distintos y opuestos a los oficiales) la contrainformación se convierte en algo más extensivo e incluyente, puesto que asume en mayor o menor agrado lo que, en el primer caso, podrían considerarse como contradicciones estructurales (ej. Trabajo asalariado, difusión comercial, profesionalización,...) Así, se configuraría un abanico social -asociado en buena medida a lo que denominamos como “izquierda”- que abarcaría revistas, radios libres o comunitarias, publicaciones barriales y de grupos sociales, ciertas televisiones locales, determinada prensa de partido,...

 

Algunos planteamientos sobre la contrainformación

1) Los mass media, y en especial la televisión, se venden a sí mismos como objetivos, como no ideológicos y no selectivos. Los medios de comunicación alternativos, por su parte, se declaran abiertamente como no objetivos, puesto que parten de una propuesta de cambio social y la defienden, es decir, no ocultan sus intenciones y el grado de su fiabilidad viene determinada por otros valores como la honestidad, la transparencia, la independencia, etc.

2) La Contrainformación no es EL eje de lucha más importante, como no lo es el antimilitarismo, el ecologismo, el sindicalismo o la cuestión nacional. Hay que entenderla como un instrumento más, como una herramienta que carece de utilidad y de sentido si no se encuadra dentro de un ideario de cambio social global y que afecte especialmente a nuestra vida cotidiana. Debe ser, por tanto, un medio y un fin en sí misma, algo en que sea tan importante lo que se hace como la manera de hacerlo.

3) La configuración de la personalidad, la mentalidad o la ideología se realizan de diversas maneras (escuela, familia, grupo, reflexión individual, etc.) y, por tanto, nos podemos encontrar que un mismo discurso puede ser entendido de diversas maneras.

4) Contrainformación frente a propaganda. Debe ser un instrumento de clarificación de hechos e ideas, no elemento de manipulación para vender o legitimar nuestros planteamientos.

5) La contrainformación no debe ser sólo reflejo de las luchas, “la voz de los sin voz”, sino interrogación y cuestionamiento a nivel individual y colectivo. Es necesario evitar los tópicos y la reproducción de mensajes y actitudes sin que se cuestionen previamente. Los medios de comunicación crean su propia agenda de temas y todo lo que no entra allí no existe. Sin embargo, desde la crítica a esa manipulación y/o ocultamiento se acaba muchas veces por caer en la elaboración de una “agenda alternativa”, igualmente limitada o ceñida a unos determinados temas o espacios (antes: antimilitarismo, okupación, radios libres, etc., ahora: globalización, racismo, guerra, etc.).

6) Existen muchas formas de comunicarse y no hay por que establecer necesariamente jerarquías. Muchas veces es más efectivo el boca a boca que el bombardeo informativo. (Por ejemplo, durante el Franquismo el estado tenía el monopolio de los medios de comunicación y sin embargo, sufría una gran deslegitimación social). En definitiva, cualquier construcción política tiene de una u otra manera que confrontarse con el “principio de realidad”.

7) Incidir en lo cualitativo frente a lo cuantitativo. No se puede competir con los medios de comunicación en su propio terreno, es una batalla perdida de antemano, y aunque no fuera así habría que plantearse cuáles son los métodos y formas utilizados (¿hay que crear un “El País alternativo”?). Tratar de erigir grandes referentes puede contribuir al propio espectáculo si no se desarrolla la necesidad de una verdadera autogestión comunicativa, de que se extiendan socialmente las formas de expresión autónomas, tanto individuales y colectivas.

8) La formación y desarrollo de un pensamiento crítico es más necesaria que la mera información. El bombardeo de datos constituye una moderna forma de censura de los medios de comunicación. No se trata de informar, sino de profundizar en las causas que generan las injusticias. La gente no necesita que le digan que el mundo es una mierda -pues es de dominio público- sino de crear herramientas que permitan transformar la realidad en su globalidad (y complejidad). Una alternativa de comunicación debe proporcionar una visión coherente y real del mundo, debe enlazar los datos e interpretarlos con las ideas.

9) La crítica y la transparencia son fundamentales. Hay terror a decir lo que se piensa por una suerte de control social y de miedo a la ruptura con el grupo, y en general una debilidad de los planteamientos y convicciones, que se sustentan en muchos casos en aspectos meramente emotivos, que son fáciles de manipular. Muchas veces se afirma que no se pueden exteriorizar las críticas porque eso supone dar armas al enemigo, pero lo que a la postre sucede es que el debate y la crítica internas no se dan. Luego cuando las cosas van mal o se hunden nos preguntamos cómo ha podido suceder, no entendemos nada y nos entran la angustia existencial. Unido a esto se encuentra la cultura del “buen rollito”, que en muchos casos reducen las luchas políticas a comportamientos de índole familiar y acrítico y producen una banalización de la lucha política.

10) Parte de la propia vida, no es un hobby. Es necesario un compromiso consciente (frente al voluntariado profesional o “desideologizado” tipo ONG) con aquello que se dice defender. Es la única manera de tratar de luchar contra las modas y la cultura de la imagen.

11) No existen fórmulas mágicas. Aunque es un debate contradictorio y matizable dentro de una escala ética tiene más valor lo que se hace de forma voluntaria, e independiente de cualquier tipo de servidumbre o dependencia de organizaciones, movimientos, del trabajo asalariado o de las subvenciones.

12) Problemas (e importantes): endeblez organizativa en aspectos internos y externos (distribución, coordinación,...), espíritu de gueto, escasez de medios, voluntarismo irreflexivo, vicios de funcionamiento (delegacionismo, falta de compromiso, afán de protagonismo, control de información...). Al final el mayor problema casi siempre la gente y no el dinero.

Extraido del artículo: Contrainformación. Entre lo real y lo virtual. Ekintza Zuzena.

 
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