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El Exterminio Planificado de las Víctimas de la Crisis Imprimir E-mail
Domingo, 24 de Enero de 2010 22:59

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Manuela Trasobares para Insurrectasypunto

Urge vertebrar una acción de choque desde los ámbitos político, legal y social contra esta normativa que pretende reeditar la peligrosa ley de vagos y maleantes, hasta el punto que prevé sanciones incluso para aquellos que duerman en lugares públicos.

La dignidad humana de las putas y los mendigos que ejercen en las calles de Valencia sería el mejor ejemplo para sus políticos. Sin embargo, esta horda de delincuentes de traje y corbata acaba de aprobar un acuerdo marco para poder multar desproporcionadamente o poner a disposición judicial a los más desfavorecidos de la sociedad: las putas, los mendigos, los artistas.

La norma es de un despropósito tal que se atreve a mezclar conceptos y actividades que nada tienen que ver entre sí, como el botellón, la venta ambulante, los servicios callejeros de tarot, las relaciones sexuales, de pago o no, la mendicidad, los gorrillas, los artistas y músicos callejeros, etc. El atrevimiento es de dimensiones tristemente alarmantes por cuanto proviene de la mano de una clase política, la valenciana, donde con mayor arraigo se ha enquistado la corrupción, las comisiones ilegales, los regalos, el reparto de beneficios procedentes de dinero público, el amiguismo político, el urbanismo desaforado y sin control; todo ello agudizando una crisis económica que azota el País Valencià con especial contundencia. Pues bien, ahora esta cuadrilla de maleantes-políticos, con la finalidad de limpiar las calles de sus dominios de aquellas personas que ellos mismos han arrastrado a la ruina, a la droga, a la prostitución, a buscarse la vida de cualquier manera, tienen la osadía de publicar una norma con la que multar a estos desafortunados para acabar de explotarlos aún más si cabe o aniquilarlos por inanición al cortarles la única manera que les quedaba para llevarse algo a la boca. Pienso que podemos estar a las puertas de una limpieza étnica planificada. A los ojos de la sociedad posicionada y sus representantes, los pobres se convierten en una raza aparte que es preciso eliminar.

Si bien la ausencia de protección social, de servicios o de una Renta Básica de Ciudadanía para quienes se quedan al margen ya denota una falta total de caridad humana de la organización política que nos gobierna, esta norma destila, no ya ausencia de humanidad, sinó perversión en grado sumo. Si algún día llega aplicarse, lo cual no cabe descartar en absoluto, sería el camino perfecto para extender la corrupción desde la alta clase política hasta los funcionarios urbanos. Prohibir la prostitución no es una vía para erradicarla, sinó una forma de que los responsables del orden obtengan rentas frescas e ilegales con la extorsión. Las prostitutas cambiarán de calles y seguirán trabajando aún más, pues ahora se verán obligadas a pagar una multa de vez en cuando y a ceder al chantaje diario de los chulos, entre los que ahora se contarán los policías. Pero para que la conciencia de los ciudadanos tenga alguna excusa para estar tranquila, se ha previsto formalmente que el dinero decomisado se dedique a obras de beneficiencia.

        Se comete el atropello de equiparar a un violinista, un malabarista o un payaso callejero con un delincuente. Solamente del cerebro de una clase política corrompida por la fiebre del oro ha podido nacer la idea de prohibir las actividades artísticas en la vía pública. Es de una falta de sensibilidad inaudita. La música en la calle ennoblece la vida ciudadana, es un entretenimiento agradable para quien no tiene prisa, una forma accesible de practicar en público para el músico y, en algunos países, se ha convertido en un atractivo turístico adicional. También puede ser una salida profesional digna para aquellos músicos que no han querido sucumbir a las mafias que rigen los círculos musicales oficiales.

        Una historia Bárbara.

Recuerdo que uno de mis intentos por salir del guetto de la prostitución consistió en ponerme a cantar en las plazas de Barcelona. Fue una de las experiencias más auténticas que he tenido. Sentir el aplauso del público espontáneo y los donativos agradecidos supuso para mí una inyección de energía que llenó de sentido mi vida. Me invitó a probar esta experiencia mi gran amiga Bárbara, quien tras sufrir una infección en el coño, fruto de una operación de cambio de sexo mal realizada, tuvo que hacérselo coser y abandonar el oficio más antiguo del mundo. El ingenio y la necesidad le llevaron a inventar una nueva profesión: la de estatua de las Ramblas de Barcelona. Así es, Bárbara fue la primera estatua humana que se plantó en las Ramblas. Sentía una gran admiración por el personaje de Doña Inés, de modo que diseñó un traje y un maquillaje y ensayó posturas sublimes sobre un pedestal que todas las tardes llevaba a la histórica vía para plantarse en ella y recibir la admiración y el caché de los paseantes. Tras el fracaso de su intervención quirúrgica, esta actividad supuso para Bárbara el reencuentro con la ilusión por la vida y con el amor propio. La idea fue de una genialidad tal que pronto las Ramblas de Barcelona se llenaron de estatuas humanas. Verdaderos profesionales del mimo adornaron uno de los paseos más emblemáticos de la ciudad, aumentando su popularidad entre ciudadanos y turistas. Los ingresos de mi amiga se redujeron, pero siempre enarboló el orgullo de haber sido la primera. Años más tarde la incorporé como figurante en mi primera versión del espectáculo lírico “El Grito de los Castratti”. Su impácto escénico era notable. Sin embargo, al Ayuntamiento de Barcelona se le ocurrió también la brillante idea de prohibir el arte en la calle. Bárbara se vio obligada a emigrar a Australia, donde tenía familia, y se convirtió en la primera estatua humana callejera de aquel continente. De modo que perdí una gran amiga por culpa de unos vástagos munícipes. Por respeto a mi juventud transcurrida entre las clases más pobres de la sociedad, lucharé con todas mis fuerzas para que nadie, que se vea obligado o quiera prostituirse, mendigar o actuar en la calle se convierta en víctima de un Ayuntamiento proxeneta. 
 

Las Raíces podridas de la Monarquía parlamentaria dan estos frutos amargos.

Urge vertebrar una acción de choque desde los ámbitos político, legal y social contra esta normativa que pretende reeditar la peligrosa ley de vagos y maleantes, hasta el punto que prevé sanciones incluso para aquellos que duerman en lugares públicos. Al parecer los alcaldes de la Federación Valenciana de Municipios viven en una nube desde la que creen que quienes duermen en el cajero automático de una entidad bancaria, se prostituyen o mendigan lo hacen por puro placer. Espero que pronto el Estado, el pueblo o la justicia les obliguen a bajar a la tierra y les proclamen los verdaderos delincuentes del País Valencià. Pero de momento el PSOE no se ha opuesto a esta norma y ni el Gobierno de España ni sus jueces han puesto contra las cuertas a los políticos corruptos del partido popular. Quizá por que la corrupción no es ya patrimonio de un partido, sinó de todo el sistema político y judicial. 

Tales pretensiones de legislar la injusticia y esconder la corrupción nos han de llevar a pedir con mayor fuerza un cambio radical en el modelo de Estado para cimentarlo de una vez por todas en los valores republicanos: igualdad, fraternidad, justicia y prosperidad.

La Tercera República ha de ser una solución integral a la crisis económica, política y de valores que amenaza con llevar al país a un Estado totalitario y a una caída en picado del nivel de vida, que algunos políticos ya están tratando de gestionar y aprovechar.


[1] Diario Levante-EMV 20/01/10: "Mantener relaciones sexuales en la calle estará castigado con 3.000.-€"

http://manuelatrasobares.blogia.com
 
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