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Haarp el demonio imperial Imprimir E-mail
Miércoles, 27 de Enero de 2010 01:11

Mario Forti / aporrea

Es obvio que muchos tirarán al cesto de la basura lo escrito aquí y no podré remediar semejante conducta.

La abominable ficción se había cumplido horrorosamente. No era otra pesadilla que me mantenía en los laberintos del insomnio. Era una de esas truncas posibilidades que en el pasado estructuraron la imaginación ficticia y ayudaron a levantar sueños odiosos. En una semana de violencia “telúrica” mis más antiguos presentimientos ya no eran más que confirmadas pruebas de una realidad destructiva a gran escala propiciadas por la secta que todos conocían pero que todos preferían ignorar alevosamente.

Una década atrás había sido atrapado con la idea feroz de que me parecía un rayo láser, pero que en realidad eran potentes o­ndas electromagnéticas que se reflejan en la ionosfera y podrían servir para darle a un imperio tecnócrata la capacidad bélica de producir temblores, primero de baja intensidad, pero después de gran y poderosa influencia material destructora cuya finalidad sería el dominio absoluto del mundo. Ideaba una nación gobernada por una secta esotérica cuyo origen se remontaba al siglo XVIII y dentro de la cual coexistían elementos de la cábala, astrología, alquimia, espiritismo, vudú, palería, santería, tarot, yoga, y la esencia de las más importantes de las religiones del mundo jerarquizadas con valores de rango y peso espiritual designando un ejército de voluntarios del espíritu cuyo destino sublime era por influencia de la mano de Dios construir un Nuevo Orden Mundial.

Ya no sería necesario o mejor dicho indispensable coartar democracias violentamente con golpes militares planificados en la sala situacional de las instituciones imperiales destinados a conservar los negocios que eran de vital importancia para la estabilidad del orden mundial. Bastaría emitir un rayo a la ionósfera desde la proa de un buque de guerra anclado estratégicamente en las cercanías de las costas determinadas para ocasionar sendos terremotos tierra adentro originando el caos general. A continuación, y de manera sistemática se ordenaría la “invasión humanitaria” con la intención de poner orden en el país violentamente sacudido por las o­ndas de una Gea virtual, arma secreta del imperio finisecular.

Las decenas y centenas de miles de cadáveres sólo serían un número en las estadísticas de letra pequeña de los periódicos del mundo gobernados por la misma agencia de noticias en todas partes repartida en una hydra cibernética de cabezas aparentemente distintas pero todas formando un solo cuerpo demoníaco transmitiendo la idea, el pensamiento y la carga mental predeterminada en otra sala situacional publicitaria del Estado Mayor Conjunto del imperio siempre trabajando para demostrar que la mejor democracia es la que se hace en su propia casa.

Con la secretísima arma mortal, y el control mental de la multitud, sólo quedaba apoderarse de los recursos naturales indispensables para la subsistencia en un planeta desequilibrado por los cambios climáticos que todo el mundo pensaba eran la consecuencia de los gases tóxicos emitidos por las fábricas y el consumo excesivo del aceite de piedra. La secta había planificado con mucho tiempo anterior la farsa para disociar y mantener a las mayorías “divertidas” y “atrapadas” en los luminosos rayos de películas y canciones preferidamente acabadas con una finalidad absorbente de las voluntades ya venidas a menos con el efecto de los alimentos chatarras y de las tensiones psicológicas permanentes a la que se sometía al gran pueblo globalizado en la desmemoria y el caos producido por la guerra de IV generación.

No fue fácil, en mi quimérica ficción ordenar un mundo loco que era sometido a la barbarie de una tecnología satánica destinada a promover sin descuidos cataclismos climáticos, pero no sólo esto, sino que iba instruyendo cautelosamente a la multitud a través de las publicitadas cadenas de cines mundiales, las nuevas iglesias, con films determinados, hacia la realidad que aún no había acontecido. Ejemplo, diez años antes de destruir los emblemáticos edificios de una glamorosa ciudad imperial, el sistema de “diversión global” elaboraba un celuloide con los detalles de lo que sólo iba a ocurrir una década después. Ayer ficción hoy realidad. Ya había sido introyectado en el inconsciente colectivo que no podía ser casual la posibilidad de semejante destrucción en el seno del Estado más poderoso del planeta. Cumplida la serie del tiempo sucesivo y humano, determinada la fecha cabalísticamente y señalada la hora astrológicamente lo que había sido un fantasma de la imaginación catastrófica humana se convertía en una realidad que dejaba saldo de otros numerados cadáveres para la estadística. El mundo sufría el impacto y la mente aprendía que lo que había visto y olvidado ahora estaba ahí presente abriendo un telón de magnitud mundial, donde una vez más se ponía en práctica métodos arduamente elaborados por la secta en las tinieblas del imperio. El mundo callado, abrumado no escaparía a entender y a hilar cabos, sino mucho tiempo después cuando ya era tarde para asociaciones. La nueva geopolítica mundial se había inaugurado.

La cuenca hidrográfica más grande del mundo, había sido el objetivo de la secta por mucho tiempo y había llegado el momento de tomarla. Primero instó a los gobiernos que eran limítrofes a la región acuífera más rica del orbe a someterse a grandes conflictos políticos y económicos por años. Más tarde llegó a la conclusión que debía estimular gobiernos socialistas sin dejar de combatirlos y alimentarlos con armas y guerrillas, narcotráfico y delirantes hordas de insalvables delincuentes de toda calaña anidando en la selva sagrada. Constituirían así la multinacional del hampa, mercando los productos más vendidos de la tierra: drogas y armas. Simultáneamente iba desarrollando la feroz y cataclísmica pistola capaz de transformar el clima, al principio de dimensiones estrafalaria, pero en la medida que pasaba el tiempo y la tecnología avanzaba, reducía su tamaño, incluso hasta convertirse en un infierno portátil.

Armada la conjura de países forajidos y gobiernos atrasados deshechos a la imagen y semejanza del imperio, sólo bastaba reunirlos como bloque de enemigos potenciales dentro de una planificada y bien estructurada guerra mediática que duraría por lo menos dos lustros. Era necesario sembrar en el inconsciente colectivo de manera pragmática y eficiente que todo poder popular era nocivo al nuevo orden y para recoger los frutos maduros en el momento oportuno: apropiarse del agua mundial. No era extraño sumar al ejército nacional de los países amigos sendas bases militares destinadas a aportar el material bélico y el combustible necesario y los recursos humanos para invasiones a larga escala, pero sobre todo apoyando un objetivo primordial, la toma de la cuenca.

El plazo había terminado, las armas se habían perfeccionado, varios tsunamis en el Asia eran la muestra de que ya no sería indispensable la bomba atómica, y los radares que emitían el mortal rayo a la ionosfera eran muy poderosos para dejarlos oxidarse en Alaska. Venezuela, Honduras y Haití habían sido blancos operativos en los primeros quince días de Enero del 2010 para sacudir la tierra con una profundidad de 10 kilómetros por efecto de temblores inolvidables, pero fue en el país más pobre y afrodescendiente colonizado por franceses y cercano a Cuba el objetivo principal, allí se logró el metódico plan de invadir humanitariamente posterior al cataclismo telúrico. En el bicentenario independentista sudamericano había que darle una respuesta dramática al país que primero dio el grito de libertad emancipadora, fueron los haitianos atacados por el demonio Haarp. Lo demás, el porvenir, era una intrincada elaboración de la toma de la cuenca hidrográfica amazònica por parte de los mercenarios de la secta repartidos en un ejército mundial sin color determinado pero unificado por la infinita violencia.

Era incómodo pensar en ello en los días pretéritos y nadie quería compartir conmigo un café en donde discutiéramos fenómenos climáticos conducidos por el hombre, y menos aún determinados por una secta gobernando esotéricamente todo. Simplemente me apartaban del club, me reducían a un grupo de bohemios disidentes y lentamente me etiquetaban como ficcionador y en el mejor de los casos embustero académico. Jamás combatí esas fruslerías y nunca dejé atraparme por mis propias elucubraciones, simplemente las convertía en narraciones como esta que ha llegado a tus manos querido lector insomne. Hoy representan en la vida humana inconcebible una realidad más y sobran evidencias para refutar lo que una vez fue producto de la imaginación utilizando los descubrimientos que quitaron el sueño a Nikola Tesla.

Es obvio que muchos tirarán al cesto de la basura lo escrito aquí y no podré remediar semejante conducta. También es cierto que no pocos puedan repetirme que han escuchado mil veces estas y otras historias conspirativas de orden mundial. No faltarán los que pretendan relacionarme con los que buscan illuminatis hasta debajo de la mesa. Algunos quemarán mis libros sin otro objeto que prevenir a las generaciones porvenir que no intoxiquen sus delicadas mentes. Simplemente he pretendido con esta resumida labor de años informar al público interesado en lo que vendrá. La secta prepara al mundo con profecías de los Mayas a un infernal espectro del planeta sacudido por un Apocalipsis climático y será la excusa para apoderarse del aire y del agua que está en la selva.

 
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