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Gabriela Mistral, correspondencia de una intimidad homosexual Imprimir E-mail
Lunes, 19 de Abril de 2010 02:43

Peio H. Riaño - MADRID - Diario Público

En el verano de 1948, el servicio postal norteamericano debió mover de punta a punta miles de cartas ardientes cerradas con lenguas de fuego. Entre las sacas viajaban las que empezaron a escribirse Gabriela Mistral, de 59 años de edad, residente en Santa Bárbara, California, y Doris Dana, de 28 años de edad, sita en Nueva York.

Meses atrás, con la excusa de la traducción del castellano al inglés de un artículo sobre Thomas Mann, Dana, antes incluso de conocerla en persona, le escribe sus primeras líneas con el tratamiento de "mi querida maestra". A partir de ese momento, y hasta la muerte de Mistral en 1957, la relación camina sin retorno.

Con el permiso de la sobrina de Dana, se abre la caja y sacan las tripas al ruedo

Diez años de carteo, en los que se pasean a pulso la admiración y el orgullo, la felicidad y la angustia, los celos y la entrega, los altos y bajos, el miedo y las manipulaciones. La intimidad a buen recaudo y sin apuros. Doris Dana, a la sazón albacea de la obra de la premio Nobel de Literatura de 1945, guardó en secreto, en el ático de su casa de Florida, durante 49 años, 168 cajas con poemas inéditos, manuscritos, fotos y otros documentos que Doris Atkinson, sobrina de Dana, entregó al Estado chileno cuando esta murió en 2006.

Centenares de cartas

Tres años después, Pedro Pablo Zegers, conservador de la Dirección Nacional de Bibliotecas, ya tenía preparadas 250 cartas entre Gabriela y Doris, que ahora publica en España Lumen, con el título Gabriela Mistral. Niña errante. Son una pequeña parte de las 10.000 misivas conservadas, en las que la poeta intercambiaba noticias con personalidades ligadas al arte, la cultura y la política. En 1950 le escribe a Doris para levantarle el ánimo. Dice que toda Europa está mal -Mistral fue cónsul de Chile-, pero que "peor es vivir en pueblos chismosos", en clara referencia a Chile, donde la leyenda y los chismes nunca la dejaron en paz. "Al fin pararemos en una isla del Atlántico, en... Jamaica. (Enséñame a leer inglés). Te beso y quedo contigo. A tu lado, en silencio, oyéndote el corazón".

"Nací con la noción de que una carta es una confidencia", dijo la escritora

Por cada 20 cartas de Mistral, Doris le escribe una, con evidentes problemas con el idioma, que en esta edición se ha respetado sabiamente. En todas ellas, Gabriela le reclama que no se vaya, que no desaparezca, que no viaje más, que se quede con ella. "Doris, es cosa muy seria el que se separen los seres. Eso está lleno de peligros, eso es un peligro constante. De tu lado, no del mío".

La mayoría de las cartas de Gabriela están escritas a lápiz de grafito negro. Al parecer, este recurso aumentó la dificultad de la lectura. Sin embargo, el uso del masculino en algunas de las misivas de Gabriela a Doris no es una errata ni una mala interpretación. El uso del "Tuyo, Mistral", "es textual y premeditado por la emisora", apuntan los editores, quienes aseguran que "más que un gesto de sexualidad, se debe a una actitud de padre protector y proveedor".

Fueron dos personas con una relación compleja y mal comprendida 

Sea como fuere, fueron dos personas con una relación compleja y mal comprendida en una sociedad que no era capaz de superar la homofobia. Su relación con Dana, amiga, secretaria, compañera de sus últimos días, estaba encerrada en una correspondencia tórrida, guardando los márgenes de la dignidad. Y sin embargo, las cartas se abrieron públicamente.

Con la justificación de que por estos escritos íntimos corrían todos los "temas contextuales que por estos años preocupaban y también angustiaban a Gabriela", Zegers, con el permiso de la sobrina de Dana, abre la caja y saca las tripas al ruedo. El conservador, empeñado en señalar la relación de amistad con A mayúscula, actúa de esta manera también para que no se mitifique mal. "Como sabemos, a fuerza de callar se termina olvidando, y todo olvido termina en una forma de ignorancia o mistificación distorsionada", dice. Con la fórmula del todo vale por el saber, para tapar el tufillo a morbo fresco, entraron en la alcoba de las amantes para confirmar cómo a sus ojos la "biografía íntima es fundamental para muchos aspectos de su obra". La misma sobrina reconoce en el epílogo del compendio de cartas que no le cabe duda de que "algunas personas, tal vez muchas, sentirán que estas misivas no debían publicarse. Sin embargo, estas representan una oportunidad significativa para entender a Gabriela Mistral como persona y acercarse a una de sus relaciones más importantes". Doris Atkinson se escuda al asegurar que Doris Dana "no hizo esfuerzo alguno por restringir el uso de las cartas ni dejó instrucciones al respecto".

"Doris, es cosa muy seria el que se separen los seres", escribió Mistral

Celosa de su intimidad

En una ocasión, una carta de Mistral se filtró a la escena pública, y lo consideró una desdicha. Escribió entonces a sus amigas Palma Guillén y Margot Arce que no entiende cómo puede haber quien se salte el sentido de la protección de la intimidad ajena: "Pero el caso es que yo, en quien se han vaciado muchas conciencias, por carta y por habla, no he publicado jamás una carta ajena. Nací, porque no me la dieron, con la noción de que una carta es una confidencia, más o menos íntima. Esta ha sido una ley para mí, no ya de cultura sino de simple sentido común, una moral natural, de un primarismo que ni tiene valor para mí", escribió desangelada.

Dana guardó durante 49 años 168 cajas con poemas y documentos

Zegers comentó hace un año, en la presentación de la edición chilena del polémico libro, que cuando leyó por primera vez estas cartas "sabía lo que tenía entre manos y cuál iba a ser el impacto que iban a provocar". "Trato de acercar al ser humano que fue Gabriela Mistral, y bajarla del pedestal en el que la hemos tenido durante más de 50 años", comentó el conservador en unas declaraciones desafortunadas.

"¿Por qué tú, niña errante, te haces querer tanto? Es malo para quien te quiere y para ti resulta fastidioso", escribe atormentada, con 63 años de edad, Mistral, por completo entregada al vacío del amor. En otra de ellas, en la que le indica que no debe rechazar un cheque para pasajes y ropa: "No me hagas el mal de rechazarlos. Eso me haría pensar cosas malas y amargas. Tú debes ahorrarme el sufrimiento. Basta con no tener el de tu ausencia. Yo te esperaré cada día hasta que te recupere".

Entre incendio e incendio, Mistral, la embajadora, la observadora empedernida, la del gesto crítico, analizaba su momento de manera certera, como la participación de EEUU en la Guerra de Corea (1950-1951): "Me duele, que a causa de los rusos vayan a caer como hormigas mis pobrecitos amarillos. Ustedes creen demasiado en el viejo MacArthur. Este ha tratado a los japoneses como a bichos. [...] Quien domina tiene la obligación de entender. Este es el nudo ciego. El americano no comprende ni al europeo".

 
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