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Dos pasos adelante, uno atrás Imprimir E-mail
Martes, 16 de Noviembre de 2010 03:08

István Mészáros /  CALPU  

Trataron de negar, hasta el último minuto incluso, la más remota posibilidad de una crisis estructural fundamental del orden de reproducción establecido por el capital. Se esperaba que todos creyéramos que “el mercado siempre se encarga de todo".

Prólogo del libro homónimo de Isabel Rauber, publicado por Editorial Vadell, Caracas

Trataron de negar, hasta el último minuto incluso, la más remota posibilidad de una crisis estructural fundamental del orden de reproducción establecido por el capital. Se esperaba que todos creyéramos que “el mercado siempre se encarga de todo”. Se suponía que los problemas cíclicos periódicos sólo iban a “mejorar la eficiencia del mercado” para beneficio de todos, y así asegurar la dominación del sistema capitalista para siempre.

Sin embargo, a pesar de todos los consuelos preconcebidos, el mercado falló en aquello de “ocuparse de todo”. Al contrario, una masiva crisis financiera global explotó, empujando al Estado capitalista a intervenir en la economía del mundo –contradiciendo directamente los tradicionales principios propagandísticos del idealizado “mercado libre” del “sistema privado de empresas”- con la astronómica cifra de trillones de dólares inyectados a bancos catastróficamente defectuosos y a otras enormes empresas en bancarrota, incluyendo las gigantescas compañías de autos americanas.

Algunas “personificaciones ideológicas del capital”, como los editores de la revista semanal mas influyente en ese campo, The economist, gritaron alto en la portada de su publicación: “Salven el sistema”. Y, para estar seguros, las autoridades estatales en cada uno de los principales países capitalistas hicieron todo lo que estaba en su poder para salvar, tanto como pudieran, al sistema. Y, como era de esperar, hemos sido testigos una vez más de la cínica “nacionalización” de la quiebra capitalista.

Pero incluso, tras la multi-trillonaria inyección de dólares de las operaciones de rescate estatales a la economía mundial capitalista generadoras de endeudamientos crónicos en todos lados, a ser pagados de alguna manera en el futuro- los problemas se resisten a ser resueltos. De hecho empeoran aún más porque las graves determinaciones estructurales subyacentes y las contradicciones de la crisis global son evitadas como las plagas. Las acciones de recuperación están permitidas estrictamente con el propósito de manipular los síntomas, pero se les prohíbe ocuparse de las causas de su empeoramiento.

Al mismo tiempo incontables millones de trabajadores son expulsados del “mercado laboral” para reconstituir mediante las miopes e irracionales prácticas de los llamados “ajustes de plantilla” la inhumana “racionalidad” de la cancerosa expansión del capital a cualquier costo. Esto debe ser perseguido según el orden socioeconómico establecido incluso si eso significa automáticamente ignorar la verdad elemental que las grandes masas de trabajadores que son despedidos para una producción rentable, se necesitan también para un consumo rentable.

De esta manera la producción de despilfarro y destructividad toma ahora una triple dirección:

1. en el mundo de la producción industrial capitalista y de las finanzas especulativas-aventureras, así como
2. en la intensificación del dominio militar, con su inaudita devastación de los recursos materiales y humanos, incluyendo la desvergonzada imposición de nuevas guerras imperialistas en nombre de la “democracia” y la “libertad”, y
3. literalmente, la base natural vital de nuestra propia existencia, es directamente atacada por la devastadora invasión del capital en el mundo natural en el cual los seres humanos deben sobrevivir o perecer.

De acuerdo con esto, dadas las condiciones de nuestra crisis global cada vez más profunda, no es exagerado afirmar que la supervivencia misma de la humanidad se está volviendo el principal dilema de nuestros tiempos.

La pregunta es entonces: ¿Qué se puede hacer al respecto y cómo?

Obviamente, en contraste con la perpetuación del capital firmemente enraizado y los intereses jerárquicos creados cumplidos, sólo una aproximación radicalmente socialista puede prometer algunas respuestas viables e históricamente sustentables a tan urgentes preguntas. Esto significa una aproximación basada en un apasionado compromiso con los objetivos humanos de un futuro mejor y basada al mismo tiempo también en una evaluación crítica del pasado. En otras palabras, los principios orientadores de una crítica no comprometida con el orden social reproductivo del capital debe ser combinada con las potencialidades creativas de la auto-crítica atendiendo no solo a las razones emanadas de los fracasos del pasado sino también a las tentaciones desviacionistas de la cotidianidad.

Como Isabel Rauber lo define y aclara en este texto, la perspectiva histórica del orden social al que debemos apuntar radica en la constitución conciente de una sociedad horizontal, creada sobre una base totalmente equitativa. El orden social capitalista es jerárquico en todo sentido, y como tal, es incorregible. Esto es por causa del modo en que operan las funciones de reproducción del metabolismo social del capital, que debido a sus más recónditas determinaciones sólo puede funcionar sobre la base del divorcio total de las funciones de control de producción y distribución de los individuos trabajadores cuyo papel se reduce a ejecutar las órdenes que les llegan desde arriba.

Consecuentemente, la abogada “ruptura y superación del dominio del capital” un requerimiento clave explicitado en el subtítulo de este libro es factible sólo restituyendo a los individuos sociales el control total sobre su actividad vital, superando la inhumana alienación y la irracionalidad fetichista que caracteriza el orden existente. Así, la gran tarea organizativa y creativa de la transformación radical que necesitamos es concebible sólo si es procurada “desde abajo”, a través de la participación más activa de las grandes masas del pueblo.

Una sociedad horizontal puede por lo tanto calificar para sus principales y definitorias características solamente si realmente tiene éxito en organizar y realizar su decisión vital haciendo procesos consistentemente, desde abajo, elaborando al mismo tiempo las formas y modalidades de coordinación a través de las cuales semejante principio orientador antijerárquico puede abrazar los procesos vitales no sólo de relativamente pequeñas comunidades sino del todo social.

El título Dos pasos adelante, uno atrás denota que Isabel Rauber no se hace ilusiones, ni nada por el estilo, sobre una rápida solución a estos problemas, como fue erróneamente sugerido en proyecciones vanguardistas sectarias y mecanicistas en el pasado. Ella deja muy claro a lo largo de su libro que tenemos que enfrentar un cambio civilizatorio fundamental, requiriendo una larga transición desde el orden existente hacia uno que puede ser constituido en el presente y el futuro por la gran mayoría del pueblo.

A este respecto, el punto de partida necesario es la indefinida y positivamente sustentable relación entre los seres humanos y la naturaleza. En este vital sentido:

“La vida, más que la razón, nos convoca a abrir paso a las nuevas concepciones acerca del progreso, el bienestar social e individual, y a re-pensar estos temas en función de la armonía/equilibrio ser humano-naturaleza, asumiendo que la sobrevivencia humana es inseparable de la naturaleza. Es la vida –y no la economía , la que ocupa en esta concepción la órbita central articuladora de un nuevo modo de construcción y organización del metabolismo social, económico, político, cultural, conjugadamente con la practica universal de una nueva ética de convivencia humana en su reencuentro con la naturaleza.”

Esta es la base natural y social sobre la cual debe ser lograda la transición radical al nuevo orden social, sin importar cuán difícil pueda ser el proceso de reestructurar el marco de trabajo estructural jerárquico establecido por el capital. Pues un proceso transformador cualitativo de esta magnitud requiere de una dedicación conciente del pueblo a esta histórica tarea. Así es como Isabel Rauber lo plantea:

“La transición nace en las entrañas mismas del capitalismo, pero no espontáneamente (de un modo “natural”) ni por acumulación de reformas parciales; requiere de un articulado e integral proceso consciente. …la lucha contra la lógica del capital necesita ir articulada a la construcción de la lógica horizontal liberadora, revolucionaria, parte del proceso de construcción de la (nueva) sociedad horizontal. Requiere de la voluntad y la participación organizada y crecientemente consciente de todos los actores sociales y políticos cuya actividad cuestionadora forja el proceso mismo.”

Al mismo tiempo Rauber insiste también, y correctamente, que este proceso de reestructurar nuestro modo de reproducción social jerárquico e inamovible debe empezar ahora mismo, en vez de “esperar el momento y las circunstancias favorables”.

Igualmente, ella subraya repetidamente en el libro que es absolutamente necesario emprender una revalorización crítica de las experiencias socialistas del siglo XX en pos de una solución positiva a los problemas a enfrentar en el futuro. Esta reevaluación debe incluir la simultánea constitución de una práctica política más viable y la reorientación de los actores militantes de nuestro tiempo:

“Una nueva concepción de la política y la acción política demanda también de un nuevo tipo de militante, con una lógica que modifique de raíz lo que hasta ahora se suponía era su “razón de ser” y actuar. … Se trata de una militancia consecuente con las propuestas que levanta, impuesta de que los desafíos socio-transformadores no son tarea de élites mesiánicas, sino que reclaman la participación protagónica plena de las mayorías concientes.”

Y, para resaltar la relevancia del proceso transformador tal como se revela en diferentes partes de América Latina, ella cita las palabras de Joao Pedro Stédile, uno de los líderes profundamente comprometidos del Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST), un movimiento innovador y en todo sentido verdaderamente basado en las masas:

“Necesitamos colocar nuestras energías para ir hacia donde el pueblo vive y trabaja, y organizarlo. (...) Sin organizar al pueblo no se va a ningún lugar, y muchas veces [parte de la militancia] se ilusiona con eternas reuniones de cúpula o meros discursos explicativos acerca de la coyuntura.”

Los cambios que se prevé surjan y se consoliden en el curso de este desarrollo, están indudablemente llamados a ser fundamentales. Pero precisamente por esa razón, tales cambios pueden ser logrados con éxito solamente si el nuevo orden reproductivo social en su proceso de construcción por las grandes masas del pueblo es –y se mantiene- positivamente horizontal tanto en sus partes constituyentes como en su cohesión general. Y eso es factible solamente si la transición cualitativa reestructuradora requerida tiene lugar desde abajo, constituyendo concientemente “desde los seres humanos concretos” el actor colectivo de la transformación revolucionaria sobre una base totalmente equitativa, y también si retiene una igualdad sustantiva como principio seminal regulativo del nuevo modo de reproducción metabólica social habitual.

De esta manera la dimensión política vital del proceso transformador está estrechamente integrada con la dimensión social y cultural de la vida cotidiana de la gente. Para citar algunos de los pasajes del libro de Isabel Rauber:

“Esta transición tiene entre sus tareas centrales la construcción de poder político cultural popular desde abajo, simultáneamente herramienta y camino para la construcción del actor colectivo, la fuerza social revolucionaria del cambio y su organización política, impulsado por la participación democrática de los pueblos, y cohesionado inicialmente mediante definiciones programáticas estratégicas que orienten y contribuyan a hacer confluir y enlazar los procesos de lucha y transformación que nacen en los ámbitos comunitarios locales con los que tienen lugar en otras dimensiones y ámbitos. …Por tanto, toda revolución social desde abajo (radical) tiene como centro y punto de partida a los seres humanos concretos que integran una sociedad concreta en un momento histórico determinado; de ahí que sea imprescindible enfocar el proceso socio-transformador en su integralidad y profundidad multidimensional e intercultural. Esta complejidad del proceso es parte sustantiva, característica de las revoluciones desde abajo , creadas y protagonizadas por los pueblos. Tales son las revoluciones sociales del siglo XXI.”

Entretanto, los cantos de sirena para “salvar el sistema”, proclamados a los cuatro vientos por las personificaciones ideológicas del capital, van a sonar más alto, mientras las contradicciones del orden establecido reafirman su carácter destructivo con creciente intensidad. El reto histórico de transformación radical está por lo tanto haciéndose más urgente cada día. El libro de Isabel Rauber Dos pasos adelante, uno atrás, en manos del lector, es una contribución muy importante a encontrarse con él.

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15 de noviembre 2010
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