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alfonsina: Un diálogo entre María Elena Oddone y Néstor Perlongher Imprimir E-mail
Lunes, 26 de Agosto de 2013 15:17

Mabel Bellucci 

En diciembre de 1983, apenas producida la transición democrática, en Buenos Aires y en otros centros urbanos las feministas tomaron aliento para organizar  agrupaciones de diferentes talantes que reflejaban la diversidad de tendencias y de demandas postergadas, que no siempre lograron converger en una misma dirección. Todo esto sucedió apenas en el término de un año. A excepción del feminismo, pocos movimientos sociales se organizaron bajo la premisa de horizontalidad y democracia participativa con rotación de la palabra, sin apoyo de las instituciones clásicas. De esta manera, las militantes se multiplicaron en las avenidas que se abrían, signadas por las urgencias para reencauzar la democracia, y direccionaron sus reclamos frente a un nuevo ámbito político y social. Solo una demanda de capital importancia fue desalojada de la vitrina: el derecho al aborto voluntario.
 
En simultáneo a la asunción del primer gobierno constitucional, se lanzó el periódico para mujeres alfonsina. La periodista y escritora María Moreno lo dirigió a lo largo de más de un año y el escritor Martín Caparrós, en los primeros números, fue su secretario de redacción; mientras que las fotógrafas Alicia DAmico y Sara Faccio aportaron lo suyo. Con regularidad colaboraban Moira Soto, Diana Raznovich, Néstor Perlongher, Margara Averbach, Ana Amado y Alicia Genovese. alfonsina hizo una presentación austera en la que enumeraba las razones y deseos que dieron sentido a su publicación: “Es un periódico independiente, quincenal que aparece jueves por medio. Está en casi todos los kioscos, a veces a escondidas y mancha un poco los dedos, pero pocas veces el alma.” Su nombre se inspiraba en aquella poeta y feminista que todo el mundo conoció desde su más tierna infancia: Alfonsina Storni. Aunque, a decir verdad, también representaba una manera risueña de recibir la llegada del presidente Raúl Alfonsín a la Casa Rosada. Sea como fuere, se pensó como un proyecto político, candelero que llevaban a cabo otros medios graficos recién salidos, insertos en las coordenadas de su tiempo.
 
 Esta publicación encarnó una propuesta armada desde las entrañas, un testimonio de los sucesos feministas en los albores de una coyuntura tan especial, gestionada por sus integrantes y financiada como se pudiese: “alfonsina solo podrá seguir con tu apoyo. Así de simple. Ninguna gran empresa va a apoyar un periódico blanco y negro donde la mujer es algo más que un objeto. (…) Hay algo que estamos haciendo las mujeres argentinas y que depende sólo de nosotras.” Un detalle para no soslayar: los colaboradores varones escribían con seudónimo femenino. Las entrevistas eran el plato fuerte de la publicación, y no se andaban con chiquitas. El tema del aborto voluntario estaba presente en casi todos los números y el del lesbianismo no era dejado de lado.
 
El 26 de enero de 1984, en el número 4, apareció una extensa nota a doble página sobre la vida del alma mater del Movimiento de Liberación Femenina (MLF) María Elena Oddone, una belicosa del feminismo de los años setenta, ama de casa y señora paqueta de Barrio Norte. El MLF fue una de las primeras organizaciones feministas que asomaron en ese Buenos Aires de los años 70 convulsionado por la proliferación de acontecimientos insurreccionales. En ese entonces, el activismo de Oddone giró alrededor de la lucha por el derecho al aborto voluntario. Además, con mano firme y haciéndose cargo de todos los detalles de la edición, creó y dirigió Persona, una revista que fue cambiando de formato, nacida en agosto de 1974 y que persistió hasta abril de 1982.
 
La potencia de la pluma del poeta y activista del Frente de Liberación Homosexual (FLH) Néstor Perlongher, acreditó su pináculo de gloria de Persona. Desde etapas inmemorables, él intervenía políticamente junto con un número reducido de feministas en grupos de estudios, acciones callejeras y producciones de textos. De esta manera, entre todas y todos -más unos pocos varones heterosexuales concientizados- constituyeron el Grupo de Política Sexual (GPS). Este espacio representaba una cofradía dispuesta a conquistar la liberación tanto social como sexual con mucho brío emancipatorio. Por caso, el 24 febrero de 1974, el GPS se movilizó por las callecitas de Buenos Aires para repudiar el decreto presidencial de Juan D. Perón que prohibía  la información, difusión y venta libre de métodos anticonceptivos en hospitales públicos.
 
Así, después de casi una década, en los 80s, se reprodujeron aquellos felices encuentros entre gays y feministas. Por tanto, alfonsina abrió sus páginas para evocar el vínculo político-afectivo que mantenía aquella membresía de afinidad de esos años. En ese contexto, tuvo lugar una entrevista histórica titulada María Elena Oddone. Devenir feminista, firmada por Rosa L. de Grossman, apellido de casada de la líder espartaquista Rosa Luxemburgo, que Néstor Perlongher usó como sobrenombre en sus primeros textos políticos. Grossman/Perlongher comenzaba el diálogo presentándola de la siguiente manera: “A los 44 años deja al marido y los hijos y se hace feminista. Un Segundo Sexo ahogado en whisky y Seconal. Contra la familia, la iglesia y el Estado. A veces sola, siempre apasionada. Boicoteada por el sindicato, amenazada por las Tres A. La concientización ya pasó, viene la hora del liderazgo. Una charla de amigas con Rosa L. de Grossman.” Ilustraba el texto una foto de María Elena con la mirada clava, el rostro, duro, como el de alguien que perdió el sueño tiempo atrás. A la vez, irónicas y disparatadas eran las preguntas del poeta maldito. Igualmente, ella las respondió al pie de la letra. Aquí, la transcripción de esta entrevista fuera de serie.
 
Estabas sola, las mujeres de tu clase eran como vos antes, pura peluquería y té con tortas. Si lo más difícil es salir de esa celda acolchada, ¿cómo hiciste?
 
-Mirá, ahí tengo un período terrible, la crisis más brava que he tenido y se me dio por beber. Es la primera vez que lo cuento. En realidad buscaba en la bebida poder dormir, porque no dormía.
 
Como en una versión de los cuentos de hadas, la princesa hogareña se convierte en bruja. Se declara en huelga, se niega a cocinar, a hacerlos mandados, a limpiar, sale a buscar trabajo. ¡Es el escándalo! Pero estaba completamente sola…
 
-La segunda ola del feminismo empieza por el ‘63, en Estados Unidos, pero yo tardé mucho en enterarme. Poco a poco me fui conectando con revistas feministas americanas, venían en inglés y uno de mis hijos me traducía los artículos. Todavía vivía mi marido cuando empecé a juntar mujeres, amigas, después del té les hablaba del feminismo. Hasta que salió publicada una carta mía en Claudia criticando un chiste machista.
 
Riesgos del heroísmo: la radicalidad, la efusión, la exaltación, el efecto Delacroix (la libertad guiando al pueblo), las proclamas enérgicas e intransigentes, ¿no harán prevalecer el terror sobre el encanto? El miedo, la conmoción que ciertas verdades radicales causan, ¿aplastará acaso el eco liberador que se desea provocar?
 
-Hay cosas que el feminismo ya discutió, ya resolvió, temas exhaustivamente analizados y sobre los que se ha llegado a conclusiones totales. Hay que aprovechar las experiencias americanas y europeas y quemar etapas. El feminismo  argentino es subdesarrollado. Tiene miedo de caer mal, de no agradar. Y, sobre todo, le tiene miedo a la soledad. Por eso hay alianza con las mujeres de los partidos políticos. Esas alianzas pierden al feminismo. La fuerza del feminismo no está en el número sino en el coraje de alzar la voz en el desierto. Decir verdades que asustan pero que en el fondo de su conciencia cada mujer las sabe ciertas. Eso valdría para el aborto y vale para el tema de la violencia sexual y otros temas álgidos rodeados de un manto de silencio. Los hemos sacado a flote y recibimos cientos de denuncias. Lo que pasa que la verdad siempre provoca un shock. A mí me pasó cuando leí a la Beauvoir. La reacción es la negación. Hasta que una se familiariza con la idea de que el ama de casa es una oprimida, una explotada. Pero no puede quedarse en eso, lleva a veces años de sufrimiento superarlo.
 
Pero no se trata sólo de la victimización. Hay también un deseo de fuga, un impulso de rebelión.
 
-Claro, no te podés quedar en el lamento sino evadirte de eso para hacer un proyecto de vida, en el cual una deja de ser víctima y pasa a ser protagonista.
 
Yo no sé, más que un proyecto de vida es como una apertura a todas las vidas posibles, un salto al infinito.
 
-En el cual la vida es goce porque antes no lo era. Antes, cuando una consigue el goce, es tanta la opresión que el goce es una especie de trasgresión de la que te sentís culpable. Es un poder gozar de lo que se hace, rescatar el placer: yo no conocía el placer, lo busqué de acuerdo a lo que me gustaba y lo que quería. A mí el feminismo me descubre que yo puedo hablar en público, escribir, captar la atención de la gente, vivir sola sin sentirme mal ni sentir la soledad. Vivir sola, que no es lo mismo que estar sola. Ir descubriendo todo eso es maravilloso.
 
Ha accedido a un montón de cosas, de gente, de experiencias, que estaban excluidas de tu vida burguesa de señora conyugalizada.
 
-Pero al mismo tiempo esa vida de señora burguesa me ha servido muchísimo, haber vivido en carne propia los tres pilares en que se asienta la opresión femenina: la maternidad, la sexualidad, el trabajo doméstico. Si no los hubiese conocido, no podría expresar que realmente es la más inocua y terrible explotación que existe, que un varón no conoce jamás. Hubiera tenido que imaginármelo que leerlo. Por suerte, lo viví.
 
Opiniones
 
Al principio cuando empecé a concientizarme, recorrí varios partidos porque siempre me gustó la política. Pero vi que las mujeres hacían el trabajo hogareño: atendían el teléfono, los hombres se reunían aparte. En el ‘73, pusimos una sede feminista en La Boca, una experiencia con las mujeres proletarias que fracasó. Pero fracasó porque el ERP tenía copado el barrio y nos hicieron una guerra terrible. Ahí descubrí que los que se decían revolucionarios les pegaban a las mujeres, no las dejaban salir de la cocina. Y no eran proletarios, sino estudiantes que militaban en grupos clandestinos. Y las mujeres de la izquierda, también, son terribles machistas.
 
Contra la iglesia
 
La Inquisición continúa firme bajo la forma de una guerra de la iglesia contra las mujeres y los homosexuales y lesbianas. Es un frente de lucha que no se debe descuidar. Es un poder disimulado espiritual y material: nunca se sabe si el edificio frente al cual una está paseando es propiedad de ellos. Acuso a la iglesia de ser la principal promotora y sostenedora de los edictos policiales, cuya derogación es una exigencia feminista de primer orden. Hoy el feminismo debe salir con consignas revolucionarias: aborto, lesbianismo, sexualidad libre, separación de la iglesia y el Estado. Y sobre todo, debe dejar de tener miedo: no importa el número sino la calidad. Hay que inventar, bancarse que nos tiren con todo. Luchar es así. ¿Somos feministas o señoras gordas? 
 

 

 
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