(VIDEO) Argentina: Fundamentalistas irrumpen en el Encuentro Nacional de Mujeres que reunió a 25 mil Imprimir
Martes, 12 de Octubre de 2010 21:44

Insurrectasypunto / Kaos. Mujeres y Géneros

Grupos fundamentalistas ingresaron al taller sobre Aborto. Arrojaron gases lacrimógenos y les gritaron "putas" y "asesinas". Rompieron vidrios y afiches. El grupo fue repelido por las mujeres. Ver nueva Galería de fotos

 

ver nueva Galería de Fotos que prueba que estos actos fueron programados

Miles de mujeres concurrieron al XXV Encuentro Nacional de Mujeres en Paraná. Se realizaron marchas y talleres en 25 escuelas. Se trataron distintas temáticas: familia, trata de personas, prostitución, violencia de género, niñez, educación sexual, salud, desocupación, etc.

Pero, sin dudas, el tema más polémico en la sociedad argentina es la despenalización del aborto. La consigna que se ha mantenido a lo largo de los encuentros es: "Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir".

Hay muchos antecedentes -en anteriores encuentros- de militantes de la Iglesia Católica boicoteando marchas y talleres. Habitualmente son hombres, que realizan cordones y agresiones verbales.

Pero en Paraná fueron muchísimo más lejos. Mientras se estaba realizando uno de los talleres en la Escuela Sarmiento, alrededor de las 11 de la mañana, un grupo de choque conformado supuestamente por "hombres católicos" ingresaron a la escuela e intentaron desalojar a las mujeres allí reunidas.

Arrojaron gases lacrimógenos y les gritaron "putas" y "asesinas". Rompieron vidrios y afiches. El grupo logró ser repelido por las mujeres en el interior de la escuela.

La policía brilló por su ausencia en los comienzos del incidente, liberando la zona, y recién apareció cuando se había pacificado el área.

Hubo mujeres heridas, pero lograron salir y se dirigieron a la Plaza 1º de Mayo. Allí desarrollaron la asamblea por varias horas. La comisión organizadora repudió la agresión. En la plaza un grupo de hombres armaron un cordón humano para proteger a las participantes.

Los "medios de comunicación" entrerrianos apenas mencionaron el incidente o directamente lo omitieron.

Luego del hecho, la comisión organizadora emitió un comunicado:

"Ciertos sectores que están dentro del Encuentro pero que no participan del mismo sino que tratan sistemáticamente de romperlo, ocasionando incidentes, dañando edificios públicos e impulsando comportamientos que nada tienen que ver con la esencia del Encuentro. Estas acciones no favorecen al Encuentro sino que le juegan en contra y perjudican a las compañeras que viajaron cientos de kilómetros hasta Paraná para formar parte de la experiencia".

Vanesa Pelayo, organizadora del XXV Encuentro Nacional de Mujeres expresó que las jornadas dejaron un saldo "positivo" y que siempre hay "sectores que son adeptos a las pintadas y que quieren romper con los encuentros". La organización se hará cargo de los destrozos y agregó que "no fueron todas las mujeres".

Desde la Comisión Organizadora hay conciencia que se debe cuidar los espacios y edificios públicos. Vanesa dijo que "nos hemos roto el lomo para poder llegar a esto, trabajando desde hace 11 meses, nos costó mucho conseguir cada edificio para poder trabajar allí, cada escuela para hacerlo y se les pidió que cuiden a cada delegación, pero no se respetó eso. Igual no fueron todas las mujeres".

El material audiovisual que se adjunta respecto del grupo que agredió a las mujeres en el taller que se realizaba en la Escuela Sarmiento, demuestra que no se trató de ningún acto improvisado. Había hombres que ocupaban roles específicos y se mantenían comunicados continuamente vía celulares. Algunos llevaban mochilas en las cuales se presume que portaban los gases lacrimógenos que arrojaron en el interior de la escuela.


14,15 y 16 de octubre del 2000 - Paraná, Provincia de Entre Ríos, Argentina.
Paula Díaz y Romina Pizzorno*  Revista Herramienta
Quienes aborden la lectura de este artículo están invitados a realizar un doble esfuerzo. En primer lugar, repensar el espacio que ocupan la lucha de género y de clase, y las cordenadas donde éstas se entrecruzan en la Argentina del 2000. En segundo término, analizar esta especificidad como único país en el mundo que, desde la celebración del Primer Decenio de la lucha por la  igualdad de oportunidades para la mujer, realizado en 1985 en la ciudad de Nairobi, ha logrado concretar quince Encuentros Nacionales en forma ininterrumpida y con un caudal de concurrencia cada vez más creciente.

A modo de premisa, mostrar, como evidencia a pesar de las posturas conservadoras, el proceso de superación de la cultura sexista  (sin por esto desmaterializar la contradicción), reconociendo en el propio espacio de los Encuentros y en el resto de los espacios sociales, institucionalizados o no, el avance de la lucha por la igualdad de los sexos, que en el plano de lo político y de la acción se encamina hacia un objetivo y una dimensión emancipadora del ser humano a secas.

Por último, queda planteado el análisis de la política, también a secas, entendiendo estos Encuentros de Mujeres como un espacio múltiple, de confrontación política, ideológica, religiosa, cultural, en el que la solidaridad de género juega un papel neutralizador de las diferencias, apunta a construir identidades y, al mismo tiempo, desmistificar estereotipos.
Es en este último sentido que no se pueden eludir dos de las preguntas básicas: ¿Por qué? y ¿Para qué?   Historias de Encuentros.Fue hace quince años en la ciudad de  Nairobi, Africa, donde se celebró el Primer Decenio de la inauguración del programa de políticas por la igualdad de oportunidades para la mujer impulsado por las Naciones Unidas. Aquella ciudad representó el símbolo del sometimiento de la mujer a la secular cultura patriarcal.
En Nairobi  históricamente existía la costumbre de cortar el clítoris a las mujeres, no sólo privándolas del placer sexual, sino también, y sobre todo, colocándolas en el mero lugar de reproductoras.En tanto espacio de reivindicación, actuó a su vez como disparador de un movimiento internacional de mujeres que intentó dar continuidad a aquella primer experiencia, trasladándola al seno de la actividad política en cada uno de los países.

Es en este punto que, a quince años de su momento inaugural, Argentina es el único país del mundo que ha logrado acumular quince experiencias de Encuentros anuales en forma ininterrumpida hasta el presente. Diferente suerte corrieron las iniciativas que en ese sentido experimentaron los movimientos de mujeres de otros países, como Brasil,  Ecuador y Venezuela, ejemplos todos  latinoamericanos, al sólo efecto de intentar hallar en la explicación una lógica panregional.

Quizá resulte inevitable experimentar cierto sentimiento de humillación al recordar los hechos de Nairobi. No es un simple y sencillo dato cuando se reactualiza cotidianamente cada vez que una mujer es enviada a lavar los platos, discriminada en el mundo del trabajo, sometida a la jerarquía patriarcal que domina las instituciones y sus prácticas, condenada a no poder decidir libremente sobre su cuerpo, o es sometida a la doble explotación del trabajo productivo y el trabajo socialmente necesario (no remunerado), llamado hoy e históricamente trabajo doméstico, ambas, premisas del sistema capitalista.

Por un lado, la agudización radical de la crisis económica y por otro, “persistir en el carácter autoconvocado, autónomo, pluralista, horizontal, federalista y verdaderamente democrático”[1], sean dos de los ejes que ayuden a comprender el fenómeno Argentino. Fenómeno, en términos de espacio conquistado, peleado y reafirmado cada año cuando se verifica que, aún a pesar de las dificultades económicas para financiar individual y colectivamente la infraestructura que soporta estos Encuentros, desde el gasto de pasajes hasta las becas de alojamiento, guarderías, viandas para comedor, material editado, etc., año a año continúa creciendo el caudal de mujeres autoconvocadas.

Demoliendo estereotipos.Si el primer Encuentro argentino contó con la participación de unas ochocientas mujeres, en su mayoría militantes activas de movimientos feministas y políticos, hoy la convocatoria no sólo se ha ampliado cuantitativamente -llegando a su pico máximo en el XIº Encuentro realizado en Buenos Aires en 1996 con la participación de 15.000 mujeres-, sino que también se ha transformado cualitativamente. La composición actual de los Encuentros, que además se observa como tendencia durante los últimos años,  incluye una amplia mayoría de mujeres provenientes de los sectores populares.

Este hecho obliga a una nueva reflexión sobre la recurrente “liberación de la mujer”. ¿De qué mujer?. Dejando de lado la categoría “mujer”, como categoría universal y estanca, para incorporar la multiplicidad en un “mujeres”.

Cada año irrumpen en el espacio público de los Encuentros mujeres ruidosas, espontáneamente alegres, que bailan, se mueven, cantan y gritan consignas contra el modelo, expresan creativamente sus reclamos, fruto de las necesidades concretas provocadas por el hambre, la miseria y la desocupación estructurales a este sistema económico. Mujeres que perturban con su estética, hablan desde bocas sin dientes, se mueven con quilos de más y expresan lo que les pasa prescindiendo de una teoría explicativa, pero no de una implicancia política.

Es aquí donde la solidaridad de género hace fricción. La expresión de estas mujeres contrasta no sólo con la seriedad o solemnidad del minoritario porcentaje de compañeras dirigentes, profesionales o académicas que también participan de los Encuentros, sino y sobre todo, con los estereotipos femeninos del modelo cultural dominante que apunta a configurar identidades basadas en los ideales burgueses de lo femenino.

Quince años de experiencia acumulan la mixtura entre las pioneras y las muchas que se fueron incorporando en el camino, hacen que en el seno de las discusiones y debates de los talleres aflore el autoreclamo, como expectativa posible y potencial, de generar acciones concretas y directas desde los Encuentros.

Este punto, más allá de evaluar el estado de maduración de esta autoconvocatoria como espacio político, homegéneo y coherente, pone en riesgo la ruptura con las premisas básicas y originarias de pluralismo, horizontalidad y participación democrática, a la hora de elaborar posturas políticas que representen a todas. Quedan expuestas, al mismo tiempo y a modo de contradicción, tanto la potencialidad como las  limitaciones o alcances como espacio unificador y disparador de un movimiento homogéneo de mujeres.Mientras tanto, los Encuentros continúan definiéndose como espacio de reafirmación de la mujer, cuestión que no hace más que poner en evidencia el estado de la lucha contra la cultura sexista. Por el momento, la consigna que año a año cada una de las compañeras autoconvocadas se lleva de regreso es la de enriquecer la visión de la realidad a través de un acercamiento a las experiencias de otras mujeres. Experiencias que luego alimentan y orientan la lucha en los múltiples ámbitos cotidianos, el hogar, la militancia, el trabajo, los espacios públicos, académicos, etc.  Está por verse, si este salto cualitativo puede actuar no como ruptura sino como una superación.

Paraná contra la corriente.Mujeres: el XVº Encuentro ya es de todas”[2].Con estas palabras se cerró el discurso de apertura del  Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en Paraná los días 14,15 y 16 de octubre del corriente. La autoconvocatoria reunió alrededor de 13.000 mujeres que participaron, como es habitual cada año, en los treinta y cinco talleres temáticos propuestos para esta oportunidad que funcionaron en las aulas de diversas escuelas públicas de la ciudad.

Paralelamente al aumento del caudal de mujeres participantes, los talleres también han ido incorporando nuevas temáticas, fruto de la multiplicidad y complejidad acumuladas en las experiencias anteriores. El primer Encuentro realizado en 1986 contó con diez talleres; los treinta y cinco actuales reflejan el enriquecimiento del espacio, cuyo objetivo es analizar todo el abanico social, doblemente atravezado por la problemática de la mujer.

Durante dos días completos las mujeres discutimos y debatimos una diversidad de temas. Cada taller cuenta con una coordinadora y responsables de tomar nota de las intervenciones a efectos de elaborar conclusiones y propuestas, por consenso de mayoría y minoría, que al final de la actividad son presentadas por escrito y socializadas al resto de las compañeras. Cada año esas conclusiones son editadas en una publicación, distribuida luego entre las mujeres participantes.

En el acto de cierre de los Encuentro se adelantan las conclusiones y se vota, mediante el método de aplausos y vivas, la propuesta de la sede para el próximo año. En este caso, el Encuentro del 2001 se llevará a cabo en la ciudad de la Plata, provincia de Buenos Aires.

Una vez conocida la próxima sede, la organización del Encuentro queda a cargo de la Comisión Organizadora impulsora de la propuesta. Dicha Comisión, a su vez, está obligada a ampliar la convocatoria, dando a conocer los plazos y términos a través de los medios de comunicación. Es así que la composición última de la Comisión queda constituida como espacio multisectorial, en el que no faltan las discusiones. Este mecanismo se repite año a año priorizando el pluralismo. Lo que no quita que las políticas partidarias en cuyos ejes de acción está incluida la actividad de los Encuentros, logren una presencia importante a la hora de debatir en los talleres.

Demás está mencionar que los Encuentros no cuentan con la aprobación y difusión de los medios de comunicación. Incluso, a veces, se han llegado a concretar a pesar de la resistencia explícita de la ciudad local, como fue el caso de San Juan en el año 1997, donde una campaña contra el aborto instrumentada desde sectores de la iglesia lo intentó boicotear.

En el caso de Paraná, la ciudad quedó pequeña, ya que cuatro mil compañeras tuvieron que alojarse en la vecina ciudad de Santa Fe. A diferencia de Bariloche, sede del anteúltimo Encuentro en que la ciudad se sumó abiertamente (quizá por su tradición en recibir contingentes turísticos), Paraná resultó ser un tanto hostil. Se pudo vivenciar en la ya tradicional marcha de cierre, cuando las mujeres marchamos por la ciudad vivando consignas y entonando protestas, cuando hubo que organizar contenciones de brazos en la bocacalles para que los autos no interrumpieran el rumbo de la marcha, o en los cambios de lugar que se improvisaron a último momento para realizar diversas actividades.

La no difusión de los Encuentros, como acontecimiento de la realidad nacional, es un elemento más para caracterizar el estado de la lucha por la igualdad de los sexos en el contexto más amplio de la lucha contra el sistema capitalista y el modelo neoconservador atravesado por la cultura patriarcal, burguesa y sexista. Un congreso que logra convocar un puñado de profesionales de cualquier ámbito es motivo suficiente para merecer al menos un página en alguno de los diarios de alcance nacional.

A diferencia de esto, una convocatoria de 13.000 mujeres resulta marginal y no es suficiente para verificarse como parte de la realidad. Pero no es necesario recurrir a la crítica de los medios de comunicación burgueses cuando corroboramos que la mayoría de los espacios y estructuras de poder, aún los que se autoproclaman progresistas, están dominados por hombres. No se trata de ceder sino de tomar. Para no ir más lejos, alcanza con releer los nombres que integran el Consejo de Redacción, el listado de miembros asesores o el propio sumario de esta revista.   

Nota: Agradecemos la colaboración de Graciela Tejero Coñi, profesora abscripta del Departamento de historia en el Instituto del profesorado Dr. Joaquín V. González, dirigente del movimiento de mujeres del PCR, por su aporte de material y documentación sobre los Encuentros.
* Estudiantes del Instituto Joaquín V. González y colaboradoras de la revista Herramienta.[1] Fragmento del discurso de apertura del XI Encuentro Nacional de Mujeres realizado, Buenos Aires, 1996.[2] Fragmento del discurso de apertura del XV Encuentro Nacional de Mujeres, Paraná, octubre del 2000.


 

El grito silenciado
Mariana Carbajal

El jueves, varios miles de personas –entre 7 mil y 10 mil, según distintos medios– se congregaron en la Plaza de Mayo con el lema “Nos están matando”,y exigieron medidas para luchar contra el delito. Al día siguiente, el reclamo por la “inseguridad” se vio reflejado en la tapa de los principales diarios. Y la noticia se replicó por todo el país. Tres días después, el domingo, unas 30 mil mujeres marcharon en Paraná contra otra inseguridad: la que causa la penalización del aborto.

Llegadas a la capital entrerriana desde todos los rincones del país, se unieron en un mismo grito: recorrieron unas 30 cuadras desde la céntrica plaza de los Bomberos, para reclamar por la legalización del aborto. Los pañuelos verdes, símbolo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, flamearon con algarabía. “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, fue uno de los cánticos que entonaron. Sin embargo, la multitudinaria movilización, colorida y energizante, no existió para la mayoría de los medios.

Con excepción de Página/12, que destacó en la primera plana el clamor femenino, corolario del XXV Encuentro Nacional de Mujeres, los diarios hegemónicos deslizaron en su edición de ayer en apenas una línea que se realizarían “movilizaciones”, sin explicar demasiado el motivo ni tampoco dar cuenta de su magnitud y potencia. La mención, por otra parte, quedó escondida en los últimos párrafos de una notita pobretona que redujo un evento que reunió a miles de mujeres –de pueblos originarios, campesinas, obreras, académicas, profesionales, comunicadoras, activistas, integrantes de o­nG que trabajan contra la violencia machista, amas de casa, docentes– al único incidente, que se registró en uno de los tantísimos talleres que se desarrollaron sobre “anticoncepción y aborto” y que fue provocado por militantes de grupos fundamentalistas, alineados con el discurso retrógrado de la jerarquía católica, para empañar tanta reflexión, tanta fraternidad, en un marco de intercambio horizontal y democrático.

La criminalización del aborto empuja a las mujeres de los sectores más vulnerables a recurrir a métodos precarios para interrumpir un embarazo no deseado. Sin el Estado que garantice una práctica segura, igualitaria para quienes pueden pagar la intervención y quienes no pueden, el aborto se convierte en “inseguro” para las más pobres –la mayoría son jóvenes– y las mata, o las deja con severas mutilaciones (sin útero, sin ovarios). Pero esa “inseguridad” no concita la atención periodística. No conmueve a funcionarios y políticos. Y cuando miles y miles de mujeres se unen para denunciarla y exigir una reforma legal, su voz se ignora y se silencia.

Es curioso: con sólo aprobar una ley que meta en la legalidad a las 500 mil mujeres que cada año abortan en la clandestinidad, la “inseguridad” del aborto desaparecería. ¿A quién le interesa acallar las voces de 30 mil mujeres que reclamaron el domingo un cambio en la legislación? El reclamo, por otra parte, ya cruzó las fronteras del movimiento de mujeres y se amplifica desde los consejos superiores de las principales universidades públicas y desde organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional. Ferviente negadora de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la Iglesia Católica presiente con terror que podría estar cerca la posibilidad de un debate en el Congreso. “El silencio es salud”, rezaba un slogan creado por la última dictadura militar para acallar denuncias sobre desapariciones y torturas.
Mariana Carbajal
Periodista Página/12

Última actualización el Jueves, 14 de Octubre de 2010 01:43