Argentina: Ante el fracaso, callen al mensajero (caso Candela) Imprimir
Domingo, 04 de Septiembre de 2011 18:30


Patricia Kolesnicov

Todavía estábamos impactados por el hallazgo de Candela, todavía su cuerpo no había sido enterrado, todavía se nos atragantaban sus dos colitas cuando...

...en el programa de Luisa Valmaggia, Cristina Fernández, titular del Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas, mostraba la línea oficial: la madre se había demorado en hacer la denuncia; los medios habían ensuciado la cancha. Maten al mensajero: De la Policia ni mu.

Ni mu: Cristina Fernández no opina nada cuando asesinan a una nena haciéndole pito catalán a la Bonaerense. No opina nada de la incapacidad de la Fuerza para encontrarla viva y hasta, según se demostró, para encontrarla muerta. Incapacidad, decimos, en la más cándida de las hipótesis. De los hechos, la funcionaria del Ministerio de Justicia no opina nada: maten al mensajero.

De manera viral, esta idea se desparramó por las redes sociales y las infinitas repetidoras del discurso oficial. El jueves a la noche, por Radio América, dos periodistas despotricaban porque sus colegas tenían información y pedían regulación de contenidos. “No se asusten, Clarín y La Nación, no estamos diciendo que los vamos a censurar”, chicaneaba una, dejando claro que la censura puede ser mala pero hay controles buenos: los que ejercemos nosotros. ¿Algo que decir de la Bonaerense, que agitó gente durante una semana para no encontrar ni el cadáver? Niet. Aunque cualquiera que haya pasado cerca de una redacción sabe que la Policía muestra lo que quiere y que si sus acciones se conocen es porque han decidido filtrarlas o, como en este caso, brindarlas a boca llena. Por qué lo hicieron, por qué alertaron a través de los medios de los allanamientos, de qué nos hicieron testigos control remoto en mano, son cosas que cabe preguntarse y cuya respuesta excede a esta periodista.

Muchachos, a las cosas. No la encontraron.

La misma funcionaria dijo ayer, en un elogio del paraíso sin periodistas, que se pudo encontrar Sandra Mamani porque los medios no se metieron. Linda gambeta a la verdad: Mamani apareció porque su cara fue plantada en cuanta pantalla hubo. La identificación fue “gracias a las fotos difundidas en los medios”, dijo Luis Gómez, el comandante de Gendarmería que dio cuenta del hallazgo. Que ocurrió cuando alguien la reconoció y avisó, no por la sagacidad de los sabuesos, desafortunadamente para todos nosotros.

En estos días circuló por las redes sociales una frase de Scalabrini Ortiz: "Un crimen, un robo, un asalto, un adulterio con homicidio son sucesos sin repercusión social, despreciables y previstos en el equilibrio colectivo. El delito mayor es darles una divulgación indebida, repartirlos por todos los ámbitos, redactados por plumas expertas en sensacionalismo...” Muchos clickearon “Me gusta”, avalando la idea de que delinquieron “más” quienes contaron la investigación que no supo detener la muerte de Candela que quienes apretaron su garganta y la metieron en bolsas de basura.

De ahí a la idea de que hay que “regular” queda un paso y algunos lo han dado. Entre ellos, Emanuel Respighi, que en Página 12 ayer pedía “un manual universal en el que se acuerde aquello sobre lo que se puede y lo que no se debe mostrar”, consensuado entre gerentes de noticias, y que, además, “podría fijarse con el asesoramiento de las fuerzas de seguridad y/o de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual”. Por ejemplo, podríamos pedir a la Federal asesoramiento sobre cómo cubrir el caso de Ezequiel Demonty. O preguntarle a la Bonaerense qué decimos de Luciano Arruga. O a los comisarios denunciados por proteger prostíbulos.

De la Bonaerense nada, claro. Es que, quizás, con los protocolos adecuados no haga falta, no convenga, no esté bien hablar nunca más de ella ni de sus responsables políticos.

A Jorge Julio López, Fernanda Aguirre, Marita Veron, Florencia Penacchi, Auxiliadora Guillem y todos los desaparecidos en democracia.