Eyra Harbar. Panamá. Marcha del 25 de noviembre 2009 Venía tu fotografía en las manos de tu padre, venían cientos de mujeres que recogían tu cuerpo plenamente ciudadano y lo alzaban en hombros junto a otras que también habían muerto.
No te conocí como otros que te cargaron en brazos. No te conocí, muchacha, y tuve que encontrarme contigo en una calle gritándole a la muerte, puta muerte, otra forma de vida. Hubiéramos sido amigas, más que eso: hermanas, porque en un espejo me vi. Venía tu fotografía en las manos de tu padre, venían cientos de mujeres que recogían tu cuerpo plenamente ciudadano y lo alzaban en hombros junto a otras que también habían muerto. Moríamos todas con la cabeza partida y un cuchillo afilado, y los dientes de fiera desgarrándonos el cuello. Moríamos en una casa que era urna, un refugio desprovisto de techo y cordura. Supe que escribías sobre Epicuro de Samos. Entonces pensé: sabes que lo opuesto a la felicidad es el temor a la muerte y también la ira. Pienso en ambos y su porción de miedo cuando grito el nombre de cada mujer anticipadamente sorprendida por las armas de la guerra. Un ejército remota la edad de hierro con el mandato del sepulcro, en todas las ciudades hay un cuerpo de mujer arrancado de la tierra. En este punto nos damos la mano, en la puerta de la existencia reconozco tu lugar, tu presencia en las palabras que dijimos conjurando la ley de los hombres como escolta de esta marcha que enhebra el mundo. Digo futuro y te conozco. Eyra Harbar. Panamá. Marcha del 25 de noviembre 2009 |