Relatos limítrofes Imprimir
Jueves, 14 de Octubre de 2010 20:09

salir volando (victoria aldunate morales)

Victoria Aldunate Morales / Kaos en la Red

Extracto de RELATOS LIMÍTROFES (inéditos) sobre el racismo, la misoginia y la lesbofobia entre nosotros y nosotras mismas...

1 La deseable

Una de las primeras lecciones que recibió la niña sobre sexo fue cuando sus padres le ordenaron que no mirase a los perros aparearse en la calle, puesto que era algo “feo”.

La segunda vez, ella se balanceaba sobre sí misma en la silla ¡Eso no se hace, te mueres!, gritó la voz de su madre… La niña lo siguió haciendo escondida, desesperada, gozando siempre con el miedo a la muerte en el placer.

La tercera lección fue de su abuela: Que juntara las piernas cuando andaba con vestido, para no provocar a los hombres.

La siguiente se la debía a su profesora de séptimo. Había llamado aparte a todas las niñas ante la mirada sorprendida de los varones, para recomendarles a ella que cuando estuvieran “indispuestas”, escondieran cualquier vestigio de sangre menstrual: la toalla higiénica bien enrollada en papel, les había subrayado, y lavarse varias veces “en esos días de suciedad”.

Ella había seguido en sus aprendizajes, sola. Aprendió a entrar la barriga para verse más flaca, a hacer dieta permanente, a perfumarse para serle agradable a los hombres y a sacarle partido a su cuerpo para ser deseable.

Se hizo deseable, se casó y parió. Había aprendido.

Lo que no pudo aprender –nunca- fue a tener orgasmos, pero esa es otra historia.

2 La changa

“¡Cállese carajo! ¡A la casa! ¡A qué se cree a qué vino! ¡Vaya a limpiar su cocina, a cuidar a las wawas, a tender la cama, a lavar vajillas! ¡Floja, re floja!”.

Cara chorreada de llanto, sucia de dos surcos negros, boca apretada, ojos de fuego. ¡Un palo se merecía y se lo dio apenas cruzó la puerta!

La había traído para trabajar y ella andaba en la calle jugando como si nada… Los viejos, sus padres, le habían asegurado que sabía hacer de todo en la casa y él –¡pobre estafado!- se lo había creído. ¡Pero que no se creyeran! ¡Todo lo que había gastado en traérsela a la ciudad… y los regalos, papas, cebollas y hasta un chancho que les había dado a los viejos, no iban a ser en vano! ¡La vida costaba y el se la ganaba trabajando, explotado, de la mañana a la noche, no como ella que no sabía ni hacer un fresco de canela! ¡No iba a permitir que le saliera como las otras! El ya tenía 40, necesitaba que se lo cocinaran y se lo limpiaran la casa mientras se rompía el lomo para surgir en la vida! ¡Todavía no había podido encontrar una hembra como es debido! ¡Qué mala suerte! Los viejos lo habían engañado vilmente, esta changa no sabía ni limpiarse la nariz. Pero él le iba a enseñar porque no tenía tiempo para ir a devolverla… y porque le gustaba el bamboleo de sus caderas.

Por eso la había tomado con furia la primera noche, para que aprendiera que ese bamboleo era solo para él. Que aprendiera que en la calle eso no se repetía, que en la calle debía comportase como un señora de su casa. Ahora era esposa ¡su esposa! le grito en el oído… ¡Ya carajo, no llore más, si parece wawa y está grande… tiene 14 años ya!...

3 La muda

Venía moreteada en la cara y los brazos. Un hombre de baja estatura y muy hablador se sentaba a su lado. Ella tenía un vientre de unos ocho meses de embarazo y a pesar de su mirada resentida, lucía como una de esas mujeres bellas de tevé. Alta y blanca, cabellos rubios. De aquellas a las que los mestizos de este país miraban dándose vuelta para repasarle cada una de sus partes. Era de aquellas adquisiciones masculinas que otros hombres envidiaban.

A la joven psicóloga de la institución de Defensa de la Infancia Agredida no le gustó esa mujer (nunca le habían gustado las tipas así, se hacían las moscas muertas y ella ya sabía cómo eran en realidad… No tenía pinta de víctima y además iba a regalar a su wawa…). El tipo a su lado, venía diciendo que darían al hijo en adopción porque no podían tenerlo, que quería que les dieran un papel a firmar, de inmediato, que su mujer acataba la decisión.

“Usted tiene un tono de mando…”, le respondió la asistente social -de la misma Institución- con algo de molestia (no le gustaba que cualquier usuario viniera a levantarle la voz). Sí, él había sido carabinero, ella no se equivocaba, por eso su tono –el hombre la miró con algo de sorna-. “Ajá”, dijo ella. La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de parejas.

El día del Test psicológico, la psicóloga recordó que esta era la misma rubia que no había dicho ni una sola palabra una semana atrás, por lo que luego, para identificarla, con la asistente social la habían bautizado como la muda. Hoy en cambio estaba más elocuente (es que el tipo no había podido entrar con ella a la cabina terapéutica y la muda era una de esas que se dejan pegar y luego se quejan, además tenía un personalidad patéticamente infantil…). Pero la psicóloga, que se enorgullecía de su profesionalismo, hizo su trabajo adecuadamente: escuchó atenta a la rubia cuando decía que se quería morir y la dejó llorar… Luego de que la vio calmada, le respondió: “Bueno señora” –lo dijo con su tono dulce acostumbrado- “denuncie, ahora están todas las facilidades con la Ley VIF. Qué él no lo note y de acá se va a Carabineros y coloca una denuncia”. Se lo dijo como a una niña, secreteando, con una sonrisa cómplice a la que la rubia respondió con otra sonrisa (ahí fue cuando vio que no era tan regia la rubia, se le notaba lo pobre, de estas rubias de población no más, malos dientes…). Recogió la hoja de respuestas y se despidió de ella con un apretón de manos.

Meses después, luego del femicidio de la rubia, la Abogada del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres envío un mail a la Institución de Defensa de la Infancia Agredida, preguntando por qué no se había hecho, desde esa institución del Estado, la denuncia correspondiente de Violencia Intrafamilar contra el hombre, para proteger a la mujer. Si el informe social decía claramente, entre otras cosas, que “se había observado moretones y aparente temor en la mujer, así como agresividad en la personalidad del hombre…”.

La respuesta institucional no se hizo esperar y en una de sus partes rezaba: “Nuestro organismo tiene como objeto regular a favor de la infancia. Nuestro interés es el interés superior del niño –en este caso, dado ya en adopción-. A la usuaria se le recomendó denunciar…”.

4 La india

Llegó a las 9 y cuarto de la mañana, el calor ya abrasaba a esa hora, pero aella no le importó. Entró adolorida y con su niña chiquita de la mano, pidió permiso sumisa y explicó en la oficina institucional para la Mujer, que su marido le había pegado la noche anterior. Se levantó la blusa sin que la psicóloga alcanzara a pedirle que no lo hiciera. Mostró sus cardenales, dos grandes cardenales que cruzaban su espalda. Su  pequeña hijo abrió unos ojos inmensos cuando vio el cuerpo de su madre, pero calló.

Me grita india sucia, siempre me insulta, estoy cansada ya, son 17 años, no puedo más…Ni una lágrima, tranquilo su rostro. ¡Quiero que lo saquen de la casa, por favor!

Luego de varias horas, volvió empapada en transpiración a  su casa y sin respuestas. Nadie podía hacer lo que ella necesitaba que se hiciera. Nadie iba a sacar a su marido racista de la casa porque nadie la amparaba. Le habían propuesto ir a un refugio para mujeres y eso quería decir que él lograría además sacarla de su propia casa… Debía pasar por una entrevista personal con una asistente social que decidiría si su caso calificaba o no para acceder al refugio, porque eran escasos los cupos. Y después el fiscal tenía que dar la orden. La psicóloga le pidió que no dejara de asistir.

La joven jefa del departamento de la Mujer, experta en Género, se fijó en los apellidos mapuche de la mujer cuando la psicóloga le pasó su informe para firmar, luego firmó mecánica olvidando del todo lo que firmaba, y le recordó a la profesional que debía ocuparse “un poco más” de manejar una buena convocatoria para las tres acciones municipales de “Buen Trato” planificadas: “El túnel de los sentidos”, “Los portales con siluetas de mujer” y “La promoción del Autocuidado Eficiente”.

La jefa se sentía muy orgullosa de sus proyectos y la Dirección se los alababa. A la terapeuta anterior la habían echado por ocuparse demasiado de la Primera Acogida y muy poco de los megaproyectos. La Jefa la había despedido con una sonrisa en el rostro diciéndole que contara con ella para lo que fuera, que si bien era cierto que no habían estado nunca de acuerdo, eso no significaba que ella no aceptara la diversidad.

Luego de firmar el Informe de VIF de la mujer mapuche, ordenó su traje dos piezas y comentó que se le hacía tarde para la reunión ministerial en que se corroborarían algunas nuevas estrategias de intervención en VIF.

5 Ladespreciada

Después de la marcha se fueron a tomar un vino, ella cargaba los lienzos con la leyenda de “No +Violencia contra las Mujeres”. Sus compañeras venían más atrás. Una chica que había llegado al mitin ese día -recién graduada de psicóloga -según había contado- miraba a su hijo correr adelante: “Yo conocí a tu hijo hace años”. “¿Ah, sí?”, le respondió ella despreocupada. “Sí. Una vez lo llevó Jaime… ¿tú ya no estás con él, no?”…

La miró directo a los ojos con el ceño fruncido: “No, ya no, ¿por qué?”. “Sólo preguntaba, nada más eso…”. Siguieron caminando por la Alameda en un silencio corrompido por lo que faltaba por decir… “Es que yo salí con él algunas veces, hace como un año y medio, y una de esas veces él me llevó a su hijo… o sea, a tu hijo”…

Ella se adelantó en silencio sin mirarla ni responder. Hacía sólo un año que se había separado del padre de su hijo por sus conductas violentas y sus constantes humillaciones… ¡Y claro, esta era una más, un desprecio más que había llegado en boca de la chica “recién graduada de psicóloga”!…

6 La rara

Ya no podía más… No se la quitaba de la cabeza. Nunca había acariciado una piel tan suave, tan olorosa, tan… bella.

Se habían conocido en la U hacía varios meses. Cuando la vio entrar en el aula la encontró hermosa como la luna. Su cuerpo hizo movimientos internos que sólo ella conocía y que le avisaban cuando ya no podría sacarse a una mujer de la cabeza.

Se había ido de su casa, había dejado la población, había buscado un trabajo bien lejos, se había inscrito en la Universidad y había decidido cambiar su vida para encontrar otro mundo que no rechazara sus deseos.

En la universidad las cosas serían distintas, la gente más liberal y tolerante, se había dicho. Estaba feliz por el vuelco que daba su vida y se le acercó a esa mujer sin dudar. Entre copas y cercanías comenzaron a acostarse. Pero cada despertar era peor. Laura la culpaba de haberla provocado. ¡Sabes que soy hetero, sabes que tengo novio, que me encantan los hombres!... y tú eres una… rara…

La penúltima vez, ella había salido llorando y jurando no verla más, pero Laura la había llamado una semana más tarde para decirle que la perdonara, que quería ser su amiga, que asistiera a su cumpleaños… Por eso, fue más ilusionada que nunca, con el anillo más hermoso que pudo encontrar para su amor…

Pero, no era fiesta, no había invitados, sólo ella, Laura… y el novio de Laura. Laura la abrazó y le dijo al oído: Te estábamos esperando, a él le gustas mucho, y sabe que a mí también… El joven la miró con sorna y ella se estremeció de vergüenza… y humillación…

7 La segunda opción

Había hablado de lo mucho que le gustaba su relación, de lo enamorada que estaba de esa mujer… nuevamente estaba alegre… Habló un buen rato…

Una chica se acercó y le dijo: “Sí, yo la conozco a ella… ¿Ahora están juntas? La conozco muy bien porque anduvo bien encantada conmigo un tiempo ¿sabías?... ¿Yo? Bueno, yo no quise, pero si hubiera querido… ¡ya tú sabes!”…

8 La frustrada

Que estaba muy contenta por ella, le dijo su amiga. Muy pero muy contenta de que estuviera bien, enamorada, feliz…. Era bueno verla así de nuevo, iluminada. Se había sorprendido, le confesó: Ella pudo haber encontrado a otra… más… cómo decirlo, más blanca por ejemplo… Es que imaginaba a otra con ella… Que cuando fuese -si es que ella iba a ponerse lesbiana- se imaginaba otra cosa… Pero le dijo que no la malinterpretara, que no estaba siendo racista… ¡No, para nada! Es que se había hecho una idea distinta,sólo eso… Pero estaba bien, encontraba que era bueno, muy bueno que ella tuviera este amor ahora, luego de lo mal que lo había pasado con el tipo anterior… Es que los hombres ¡Ay, los hombres!... Era verdad eso de que jamás amaban como una necesita ser amada. ¡Nunca, pero nunca, nunca!... Y te frustran ¿no? Porque si no fuese así, entonces sería mejor tener a un hombre al lado… ¿O no?”...

9 La cana al aire

¿Venía ahora a dárselas de lesbiana o qué? Ellas sí que tenían carrete, trayectoria, como se dice… procesos políticos –correctamente políticos- en el cuerpo… ¡y esta que venía saliendo del closet…!…

¡Canas al aire no es lo mismo que opciones lésbicas! Y además “ni closet ni ocho cuartos”, dijo otra, “si esta mina era hetero, andaba con hombres todo el tiempo y por eso va a volver a los hombres un día de estos, y va a dejar a la lesbiana con que anda, como todas las hetero que son así, maracas, putas”…

“La bisexuales no son de confiar”, dijo la primera. “¡Claro! Es que andan probando”, dijo la tercera, “poliamorosas, heterocuriosas”, dicen que son, “¡Ja!”.

10 La afuerina

-¡Esta es tu nueva novia!

-¡Cada vez cambias de chica, oye!

-¡Qué cholera que sos!

… Mientras hablan así, la novia de la lesbiana está parada a su lado, escucha… No se sabe quién es, tampoco quieren saber… ¡Qué hace acá! ¡Qué quiere acá! No es de acá... No puede estar sinceramente enamorada -con sus aros y sus anillos- de una india lesbiana...

11 La inmerecida

¡Que a ella la amaba esa mujer!… Estaba loca si lo creía… Patética, puro amor romántico... ¿Para qué le servían todos sus libros, sus teorías, su fama en el movimiento?…

No, la otra no la amaba, la otra la usaba. La otra había encontrado en ella a una proveedora, a un macho que la mantuviera. Porque ella no era digna del amor de otra mujer. No era digna por lesbiana, por marimacha, por india… NO…

No se lo dijeron así, pero se lo hicieron sentir. Qué borrara de una vez esa sonrisa estúpida de su rostro, que “iba a llorar cuando se diera cuenta por fin de la realidad tal y como es”…

12 La impostora

Ellas se iban a encargar…. Si había que mentir… miente, miente, que algo queda… ¡Qué se habría imaginado esa! Había estado casada y ahora era lesbiana, había dejado a un hombre bueno, tan bueno, dulce, tan dulce, atractivo también… la suerte de las feas, las bonitas la desean…

Traicionera igual que los hombres que se iban con maracas peliteñidas y de escote, en vez de quedarse con mujeres como ellas que desconocen la vanidad –consecuentes- que envejecen dignas con todas sus canas…

Y no había que confundirse, lo de ellas no era misoginia, NO, era rebeldía a lo establecido y dignidad de mujeres realmente libres.

Un día –cuando eran “amigas”- una de ellas le había dicho a la mujer que volvía de la playa con una trenza en el pelo: “¡Qué vanidosa eres!”, la otra le había respondido con una sonrisa. La muy tonta creía que era un piropo y ¡No! ella le estaba mostrando el camino correcto en el movimiento… No era un juicio, sólo un consejo…

Ahora sí la juzgarían. ¡Banquillo de las acusadas! No le iban a perdonar hablar tanto sin ser fundadora, escribir tanto sin ser reconocida, decir cuestiones sobre derechos humanos sin ser torturada, hablar del país como si viviera en él…

Y no había que confundirse: lo de ellas, no era lesbofobia, NO, era decencia… La tipa esa había llegado al colmo de la indecencia, había ido, a expensas de otra, al primer mundo a hablar del movimiento… ¿Y quién era ella? ¿Quién le había dado el derecho de hablar, de decir, de proponer? Era una impostora…

Y no había que confundirse, lo de ellas no era envidia, NO, ni clasismo, NO, ni ego, NO. Era postura política.

12 La piedra en el zapato

No la querían, pero no sabían cómo justificarlo. En primer lugar eran comunistas y no podían despreciar a la gente así sólo porque era más pobre, más morena, más ignorante o más tonta… Lo peor es que lo hacían… y podían decirlo en situaciones especiales, delante de gente que los entendería, amigos de la misma calaña. Por ejemplo, decir: “Es que ella tiene poco mundo”. O decir: “La pobre, es muy fea”…

Pero esto era distinto. Acá no se podía ir directo así. Ella no era fea –tampoco bella, pero fea no- no era tonta –tampoco brillante, pero una retrasada, no-… Ella en realidad era una gran molestia, una piedra en el zapato...

Antes no lo era, no los molestaba. Aunque cuando los visitaba, siempre terminaban mostrándole su desprecio, en palabras más bien delicadas: “Pecas de fundamentalismo porque no sabes, no entiendes”…

Claro que ella se había cansado de eso y ya no les visitaba. Pero ahora era el peor de sus problemas. Escribía cosas que los desprestigiaban, decía ideas que los desenmascaraban… y lo que hacía, todo lo que hacía los retaba a verse… ¡Cuánto la despreciaban!... pero no podían decirlo...

13 La tonta

Todas contra aquella “tonta”. Así había sido la cosa. La energía se había ido reproduciendo de una en una. Las ganas de arrinconarla había ido fluyendo así… casi naturalmente. Ella hablaba, y todas se miraban burlonas. Ella hacía algo y todas la ignoraban, ella preguntaba y ninguna respondía…. El regocijo de torturarla recorría los cuerpos de todas esas “compañeras”… Ella titubeaba a cada momento más y más… ya sólo decía lugares comunes o monosílabos.

El día en que se juntaron para pintar un cartel para la marcha de la próxima semana, se había transformado en la ocasión perfecta para mostrarle, entre todas, su desprecio por ser… una tonta.

Ella salió de ahí cabizbaja y revolcada. Caminó mordiéndose los labios para no llorar a gritos. La noche cubrió su dolor y juró nunca más dejarse despreciar, nunca más siquiera mirarlas ¡nunca más!…

14 La aparecida

¿Qué se creía esa aparecida? Sus argumentos eran la cantinela de siempre: que la clase, que la etnia, que el neoliberalismo… Cosas que había aprendido en movimientos masculinistas. No había “profundidad” en su discurso y hablaba con ese desplante como si fuera igual a ellas…

¡No tenía un nombre, no había publicado y llegaba acá hablando de política como si supiera, como si pudiera, como si tuviera derecho!…

No se lo dijo así, la líder, pero tampoco se lo mandó a decir con nadie: que ella sí tenía un curriculum, una trayectoria, libros, Teoría que había parido a este movimiento y no iba a aceptar que una aparecida le viniera a decir otra cosa…

15 La Nadie

Se río la compañera, que todavía se acordaba de su propia ingenuidad cuando la conoció.

Le había ido a hacer una entrevista y luego se quedaron hablando varias horas de feminismo… Sí, todavía se acordaba, le dijo. ¡Lo fascinada que había quedado con ella, con su discurso! Que en ese tiempo era su heroína… ¡Qué chistoso!… es que en ese tiempo todavía no conocía a la líder del movimiento… ¡Y gracias a ella, a esa conversación que tuvieron, había llegado a la líder!... y claro, la líder sí que era lo máximo… Sí… todavía se acordaba de ese tiempo y de su propia ingenuidad… se río…

Es que… la líder era la líder… Que no se ofendiera, pero… ¡mierda!... ¿Cómo explicar que hay escalones de validez…?...

16 La intrusa

A su sobrina sí que la habían hecho sufrir en el colegio ¡y cómo! Y su hermana ¡todo lo que había tenido que pasar! Las otras niñas le hacían el vacío, se juntaban a sus espaldas… Envidia, crueldad de gente con valores de mierda. Las otras eran unas niñas agresoras, torturadoras, desdeñosas, despreciativas…

Una de las mujeres intervino para darle la razón a la relatora y contarle que a ella y su hija les había pasado lo mismo en el colegio anterior… “¡Sí, mamá! ¿Te acuerdas lo que lloré?”, interrumpió su hija…

Todas, incluso la relatora callaron y miraron a la niña, extrañadas. A la mujer no la habían tomado en cuenta, pero la voz chillona de la niña había dejado un eco. La relatora trató de ignorarlo porque lo que estaba contando era de ella, le había pasado a ella y no a la mujer. Y la mujer venía a interrumpirla para colgarse de su relato… Arrugó el ceño, miró a las otras en señal de molestia y se dispuso a seguir hablando. La niña -que en ese momento había ido a la cocina- gritó: “¡Acá hay una naranja! ¿Me la puedo comer, mamá?”…

La amiga más cercana de la relatora le respondió alzando la voz: “¡No se puede porque a la que tienes que pedirle permiso es la dueña de casa, no a tu mamá!”…

17 La atrevida

Le habían dejado bien claros los límites. Ella no era mapuche, que no se creyera, si solamente se había metido en esas cosas, en esas huelgas de hambre, para mostrarse, para protagonizar, porque era lo que buscaba. ¡Y no iban a dejarla protagonizar nada! Acá nadie podía sobresalir. Acá todos eran iguales. Grises y repetitivos de las mismas ideas. Anónimos, nada de protagonismos ni estrellatos. Había que quitarle la idea de hacerse mirar por los demás.

Ella no podía andar dando luchas ajenas. Esos eran los límites. Se iba de la organización y que se llevara a su wacho, que no se lo decían por machismo si no porque ya estaban cansados de cuidárselo, de mirarlo cuando lloraba, de alimentarlo mientras ella andaba dándoselas de estrella indígena…

¿Que por qué Ramiro, el dirigente, podía hablar y ella no? ¡Cómo se atrevía a preguntar! Porque Ramiro era un luchador heroico, un patriota de verdad, un líder!… ¡Vaya pregunta!

18 La winka

No se portaba como mapuche. El le había hecho el honor de tomarla como esposa porque era mapuche de sangre, pero ella no entendía la complementariedad, parecía winka. Debía ser porque venía de la ciudad y allá las mujeres perdían todos los valores ancestrales.

Ella no entendía que era la mujer del hijo del lonko. Ella no sabía, no actuaba como se debía, todo lo hacía mal. Y para peor parió una niña. El tendría que tomar a otra que realmente continuara el linaje de su padre como correspondía. Por eso la envió de vuelta a la ciudad con la wawa. Le dio su apellido –claro- porque él tenía valores, y en el futuro, cuando estuviera bien criada podría ser traída de vuelta para enseñarle a ser como se debe. Pero esta esposa no podría volver, no servía, la niña sí, la madre no.

Su padre, el lonko le había dado el ultimatun: “No la queremos acá, es soberbia y estirada como winka”.

A él le costó deshacerse de ella porque era bella, eso sí, muy bella, pero tal vez justamente por eso necesitaba una mujer más modesta, menos vistosa y que obedeciera los usos y costumbres.

 

19 La abortista

Venía de control y cuadros a que ella se explicara ¿Qué había pasado? Todos sabían que había estado embarazada y ahora no había parto ni hijo. En la dirección pensaban que era imprescindible que ella diera una explicación porque una cosa era que en el país socialista en que vivían, el aborto estuviese legalizado, pero otra cosa era que chilenos comunistas, de otra cultura, perdieran sus valores por estar en el exilio… La gran desgracia del pueblo chileno estaba siendo esta, tanto exilio en Europa con gente con ideas liberales, los estaba haciendo perder su moral revolucionaria…

El encargado intentaba explicarle a ella la importancia de mantenerse en la pureza de las ideas originales de la organización, y se explayaba sobre su admiración por las mujeres comunistas que habían sido madres ejemplares… Sin ir más lejos, “La Madre” de Gorki…

No pudo terminar la frase ni el discurso porque la joven miró al “encargado” con ojos fieros y sin responder palabra fue hasta la puerta, la abrió de par en par y gritó: “¡Fuera!”.

A él le pareció que se oía en los 9 pisos de la residencia estudiantil de mujeres.

El joven encargado, no tenía más de 19 años, de estructura pequeña y rostro de anciano, salió rápido y asustado de la habitación…

¿Qué le habría pasado a esta tipa? ¡Esto no se iba a quedar así! Iba a recomendar en la comisión que se elevara una carta a la dirección de la Universidad y se expusiera que la militante en cuestión era una persona conflictiva. ¡Qué la expulsaran, qué más daba! Gente como esta denigraba al partido.

20 La puta

Sí, entre todos la violaron porque era una puta rusa. ¡En la patria de Lenin, con revolución de octubre y todo! ¡No podían tolerarlo! Estaban furiosos con las putas, con el tráfico de magnetofones y de blue jeans…

Esa noche habían tomado hasta tumbarse en la nieve. El vodka era barato. Eran un grupo de latinos recién llegados. La vieron pasearse ante ellos, impúdica. Con un abrigo de piel, y bajo éste una minifalda diminuta. Les había mostrado una sonrisa algo burlona y sus ojos azules se habían posado en ellos. En todos. Uno se le acercó sonriendo y tambaleándose, luego los demás...

Rubia, vente con nosotros, somos todos latinos buenos para la cama. Rieron porque sabían que la muñeca rusa no entendía ni J de lo que hablaban.

-¡Para hacer bien el amor hay que ir al sur mijita!¡Nosotros sí que somos machos!…

Ella les dijo brusca: ¿dólares tienen?...

-Claro pues rubia, no nos mires en menos, si no somos patipelados tampoco… ¿Da, da, dolars, yest!...

La chica se internó con ellos en el bosque...

Apenas resistió, callada, todo lo que le hicieron. Era una puta, estaba acostumbrada. La dejaron ahí tirada y sangrando, los pechos tajeados con cortaplumas. Escucharon a los lejos sus maldiciones y sus quejidos de dolor, y lanzaron risotadas. No iban a perder ni un dólar en una basura como esa.

Última actualización el Viernes, 15 de Octubre de 2010 01:57