Mendoza: Las mujeres, principales expositoras del horror de la dictadura militar Imprimir
Miércoles, 15 de Diciembre de 2010 20:32

 

Daniel Calivares / El Sol Online / Rimaweb
En los primeros testimonios del debate tomaron relevancia los dichos de las ex detenidas, que relataron las vejaciones a las que fueron sometidas y denunciaron a los responsables.

DESGARRADOR. Ontiveros fue abusada en numerosas ocasiones en el D2.

Sólo diez jornadas han pasado desde que el 17 de noviembre comenzara el segundo juicio por delitos de lesa humanidad en Mendoza. Han sido muy pocos los testimonios, pero bastan para mostrar, por un lado, el dolor de los familiares de los desaparecidos, que, tras más de treinta años, reclaman los restos de sus víctima para poder llorarlos definitivamente. Pero también está el otro dolor, el de las personas que sufrieron el secuestro. En ese sentido, los relatos más desgarradores corresponden a mujeres que estuvieron detenidas y que fueron sometidas a todo tipo de torturas, principalmente en el D2, el principal centro clandestino de detención que existió en Mendoza en los años de la última dictadura militar. Entre todos se destacan dos testimonios: el de Silvia Ontiveros y el de Rosa del Carmen Gómez.

PUNTOS EN COMÚN. A Ontiveros y Gómez las une un pasado en común. Ambas estuvieron detenidas en el D2 y sufrieron los mismos tipos de torturas. Sus detenciones fueron por motivos diferentes, aunque ninguno justificable. Ontiveros era gremialista y se la llevaron detenida el mismo día en que fue secuestrado también su entonces pareja, Fernando Rule. De hecho, el operativo se hizo cuando ambos se encontraban juntos. En cambio, Gómez no era gremialista ni tenía militancia alguna, sí la tenía su pareja, Ricardo Sánchez Coronel, que era de la Juventud Peronista y gremialista en el Banco de Mendoza. Ambos fueron secuestrados el 1 de junio de 1976, con apenas unas horas de diferencia. Es en el final de las historias en donde surge una nueva diferencia entre ambos casos. Ontiveros y Rule vivieron para contar sus experiencias en el debate. De la segunda pareja, la única sobreviviente fue Gómez, ya que Sánchez Coronel se encuentra desaparecido. Las dos mujeres formaron parte de la lista de testigos generales ofrecidos por la fiscalía y que han servido, por un lado, para mostrar el horror del D2, y por otro, para denunciar a efectivos policiales que habrían participado de las torturas en el D2 y que no están entre los acusados.

EN LA OSCURIDAD. Desde que Ontiveros dio su testimonio, el 25 de noviembre, no ha existido jornada en la que ella haya estado y que alguien no se acercara a felicitarla. No es para menos. Ontiveros, en su declaración ante el tribunal, señaló las torturas a las que eran sometidas las mujeres, especialmente ella, y entre lágrimas denunció que en el D2 “violaban a las mujeres hasta 20 veces por día”. Su testimonio no solamente la afectaba a ella. Entre los asistentes, fueron varios los que no pudieron contener las lágrimas e, incluso, debieron salir de la sala de debates para que su llanto no molestara a los demás, lo que también se ha convertido en una postal diaria. El caso de Gómez fue similar. Quebrándose al principio de su testimonio, sólo permitió dar rienda suelta a su llanto una vez que el presidente del tribunal, Juan Antonio González Macías, llamó a cuarto intermedio. Allí, antes de llegar a la puerta, Gómez fue interceptada por algunos familiares de desaparecidos, quienes la abrazaron, y tan sólo ese gesto bastó para que la testigo dejara salir todos sus sentimientos.

TESTIMONIOS. “Fui violada por más de 20 hombres, tres y cuatro veces al día. No eran los mismos. Respiraban distinto, olían distinto y hasta insultaban diferente. Ni siquiera podía bañarme”, explicó Ontiveros. No fue la única que se refirió al aroma diferente de los violadores. Rosa del Carmen Gómez señaló que “los perfumes de cada uno de los que me violó eran particulares”, e inmediatamente acusó a un policía, ya fallecido, de haber abusado de ella hasta el último día en que estuvo encerrada en el D2. Gómez no solamente fue abusada y sometida a la picana eléctrica, sino que también debió soportar que la quemaran con cigarrillos en el estómago durante los ocho meses que estuvo detenida.

   Ontiveros no la pasó mejor. “A las mujeres nos daban con corriente en los pezones, la vagina y la panza, la que me quedó quemada durante muchos años”, afirmó en su testimonio, el mismo en el que aseguró que, una vez en libertad, perdió dos embarazos. “Una junta médica me revisó y me diagnosticó que, por las descargas de la picana, tenía la vagina endurecida, como la de una mujer de 80 años”, señaló la mujer. Si bien Ontiveros, por haber estado encapuchada, no pudo señalar a quienes fueron los que la sometieron durante los 18 días que estuvo en el D2, sí lo pudo hacer Gómez, quien señaló a un policía llamado Manuel Bustos y a dos que serían de apellidos Lapaz y González. Gómez también brindó otro dato de relevancia. Durante sus sesiones de tortura había alguien que decía “basta” y después ordenaba continuar, según el estado de la víctima, y ese seguir consistía en “manoseo”. “O me violaban o me metían la cabeza al agua”, señaló Gómez.

OTRO MÁS. La sanrafaelina Alicia Morales fue otra detenida con paso por el D2. En su testimonio también reconoció a efectivos policiales que se desempeñaron en el centro clandestino. Si bien Morales no sufrió las descargas eléctricas de la picana ni los abusos sexuales, sí debió soportar golpes y que la amenazaran con lo que le podría pasar a sus hijos. Morales no sólo sufrió el encierro, sino también la desaparición de su marido y el haber sido secuestrada en dos oportunidades. La mujer explicó una metodología muy utilizada con los detenidos. “Los curaban para volver a torturarlos”, especificó.

LOS FAMILIARES. Junto a las víctimas que sufrieron en carne propia la detención también estuvieron aquellos que vivieron esos secuestros de otra manera: buscando a sus familiares durante los últimos 34 años. Es el caso de Mariú Carreras, Sara Gutiérrez e Isabel Figueroa de De Marinis. Las tres son referentes de los organismos de derechos humanos. Sara, la más joven del trío, recién entraba en la adolescencia cuando su hermano y una amiga fueron secuestrados. Mariú tiene a su ex pareja, a su hermano y a su cuñada desaparecidos. El testimonio de Carreras tuvo un fuerte impacto en el tribunal, ya que dio a conocer datos relevados sobre la desaparición de su cuñada y el hijo que esta concibió en cautiverio. Además, señaló a uno de los acusados, Eduardo Smaha, como integrante del grupo de tareas que se llevó a su marido, Juan Bravo. Finalmente, Isabel Figueroa de De Marinis, con 92 años a cuestas, narró cómo su hija fue secuestrada en 1976 y nunca más volvió a aparecer. De Marinis, al final de su relato, hizo conmover a toda la sala de debate pidiéndoles a los acusados que rompan el pacto de silencio y digan dónde están los restos de su familiar y los de los demás desaparecidos.
Nombres que salen a la luz
   Los primeros testigos han entregado una nómina de ex policías que podrían tener mucha información. Rosa del Carmen Gómez reconoció como policías del D2 a Miguel Ángel Salvas, Pablo Gutiérrez, Juan Pelayes, Ricardo Vázquez, Diego Morales, Alfredo Castro, Manuel Bustos y a dos más de apellidos Lapaz y González. Alicia Morales también ubicó al ex subsecretario de Seguridad, Carlos Rico.