Euskal Herria. Últimos atentados de ETA: El callejón sin salida de la política represiva y de las bombas Imprimir
Miércoles, 12 de Agosto de 2009 20:27

Izquierda Anticapitalista

Los atentados de ETA en Mallorca de las últimas fechas están poniendo en cuestión muy seriamente la pretensión del gobierno del PSOE- adoptada a partir de los hechos de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas del 30 de diciembre del 2006 -de aplastar a la organización armada y a la izquierda abertzale mediante la represión judicial y policial. 

El tremendo y antidemocrático cerco judicial, policial y mediático sobre ETA y su entorno político, si bien ha privado a estos de legítimos derechos de expresión y de representación y de recursos financieros, les ha dificultado enormemente su aparición pública y ha permitido sucesivos golpes sobre el aparato militar de ETA, se manifiesta incapaz de poner fin a la violencia. Los atentados de Burgos y de Mallorca son por ahora el último eslabón de la cadena y vienen a mostrar que cuando la raíz de un problema- en este caso la negativa por parte del Estado español a conceder el derecho de autodeterminación a Euskal Herria -se mantiene, los medios represivos resultan efectivos sólo en apariencia o por breves espacios de tiempo.

Las declaraciones realizadas por el Ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, tras las muertes de los dos guardias civiles en Palmanova (Mallorca), expresan claramente la prepotencia y obcecación del gobierno, que consiste en mantener su errónea y antidemocrática política represiva. El Ministro no sólo presume una debilidad de la organización armada mucho mayor de la que los mismos hechos demuestran, sino que niega la posibilidad futura de toda salida dialogada al conflicto. Es una manera perfecta de meterse en un callejón sin salida, que justamente puede permitir la prolongación del conflicto por un lapso muy dilatado de tiempo.

También los hechos ocurridos el día del inicio de las fiestas de Donosti, en donde durante tres horas y media se fueron produciendo duras “barridas” de la Ertzaintza contra activistas abertzales a los que se había prohibido manifestarse y los sucesivos agrupamientos y saltos de éstos por toda la ciudad, son un buen botón de muestra del tipo de “pacificación” que resulta de una política represiva como la adoptada por el PSOE.

Resulta evidente la impopularidad y el rechazo general de las acciones de ETA. Hechos como los atentados de Burgos y de Mallorca, no hacen sino ensanchar el gran foso que ya existe entre una mayoría ciudadana y aquellos que realizan tales acciones o les dan su apoyo. La sensación extendida de que en cualquier momento se pueden producir muertes de civiles- el fantasma de Hipercor se halla presente en el recuerdo colectivo -acentúa el rechazo, con independencia de que los últimos artefactos colocados en Mallorca fueran de muy baja potencia. Utilizar tales procedimientos resulta del todo injustificable. De esta forma, el Estado adquiere legitimidad para llevar adelante una política represiva más dura y para negarse de manera tajante a conceder el legítimo derecho de autodeterminación a Euskal Herria. Las tareas de solidaridad y de apoyo fuera del País Vasco se vuelven, si no imposibles, muy difíciles de llevar adelante y tienen escasa efectividad. Se identifican justas reivindicaciones democráticas con estrategias de lucha armada para así, sin demasiados problemas, negar las primeras.

De esta forma, la combinación de una política represiva por parte de los gobiernos del Estado español, junto con el mantenimiento de una estrategia de lucha armada desprestigiada y antipopular por parte de ETA, lleva a un callejón sin salida en el que el conflicto se eterniza de manera sangrante, pero sin posibilidad alguna de conseguir avances en los derechos democráticos de Euskal Herria. Bien al contrario, los rasgos más represivos del Estado se ven reforzados, en detrimento constante de la democracia.

Izquierda Anticapitalista se reafirma una vez más en la idea de que la solución al problema de la violencia en Euskal Herria y en el Estado español sólo puede ser la de otorgar sin cortapisas el derecho de autodeterminación y la soberanía plena al pueblo vasco para decidir sobre su futuro. Esta actitud democrática y abierta- que ha de incluir la derogación de la nefasta Ley de Partidos y la restitución de todos sus derechos a las organizaciones abertzales, junto con el cese de la represión judicial y policial sobre éstas -es la que puede permitir una verdadera negociación que ponga fin a la violencia. Para facilitarla, tanto la represión del Estado como los atentados de ETA deberían cesar definitivamente y de inmediato. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para que esto llegue a ser posible.

 


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