Fresas y cereales Imprimir
Martes, 05 de Abril de 2011 22:30

 

Silvana Melo / Pelota de Trapo 

Un pibe de Lugano, de la Villa 21, del Puente Bosch, a orillita misma del Riachuelo, puede desayunar fresas con cereales, comenzar el día con más energía y saltar con estética publicitaria el cerro de basura que es su esquina.

La mínima parcela en la que respira plomo y lixiviados tóxicos es parte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La capital brillante del país, el ombligo de estas tierras, allí donde dios abre sus oficinas de lunes a viernes de 9 a 17 y apaga su movistar cuando cae el sol, cuando el frío, el desamparo y los fantasmas se adueñan de todos los espacios y hay que meterse en casa. Con cartones tapando las grietas para que no entre el aire ni el futuro que no promete ser amigo ni compañero.

Los niños que asoman por los pasillos de las villas, a los que les duele la panza de los arrabales, tienen en el Consejo de Derechos de los Niños de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un espacio amigo que les aconseja qué comer y cómo. Porque, todos saben, la nutrición en los primeros años marca a fuego el desarrollo físico e intelectual. Y si el sueño es saltar de las vías de la Carcova a ser un crack en el beisbol o el kickball, incorporar zanahorias bebé en el almuerzo o dos ramitas de broccoli en la cena y reemplazar la leche con “una raja de queso cheddar”, ayuda. En lugar del exceso de polenta o de fideos con salsa de tomate, que suele ser el terco menú de la gente que abre las puertas de su casa y respira el aire marrón del puerto infectado.
Es que el Gobierno de la Ciudad, desde su sitio web, despliega su política nutricional infantil desde la mirada de sus dueños ocasionales. Mauricio Macri puede lanzar su campaña electoral parado con una niña morena sobre tres tablas en un basural. Pero su medio natural es otro. Se explica entonces la página del Consejo a la que, hasta el viernes, se accedía en www.buenosaires.gob.ar/veoveo. Dos días después desapareció de la web oficial. Es que se había descubierto que el Consejo de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, presidido por Beatriz Orlowski, estaba parado sobre una torre de estupidez en el mejor de los casos o de perpetrada intención en el peor.
Es decir, ignorando como parte de su política de estado, que unos 30 mil niños de 0 a 5 años viven en capital en situación de pobreza e indigencia, con los derechos brutalmente vulnerados. Invisibilizándolos a los ojos de la infraestructura estatal. Veoveo, que desapareció de Google 48 horas después de su presentación estelar, aconsejaba: “Puedes tener un alimento favorito, pero lo mejor es comer variado. Si comes diferentes alimentos, es más probable que ingieras los nutrientes que tu cuerpo necesita. Prueba nuevos alimentos y vuelve a los que no comes desde hace tiempo. Algunos alimentos, como las verduras de hojas verdes, resultan más agradables a medida que creces. Aspira a comer cinco porciones de frutas y vegetales por día: dos frutas y tres vegetales”. Los niños de las barriadas populares, los que chuequean las villas descalzos, no comen frutas ni verduras por una terquedad cultural de alimentación berreta, eso está claro.

Será por eso que las fuerzas vivas, solidarias y caritativas de la ciudad -encabezadas por Juan Carr, siempre potencial candidato a acompañar a Mauricio en su cruzada por la salvación de la Argentina- suelen elevar Torres del Hambre Cero que muerden el cielo con paquetes de polenta, harina y arroz. Ni fruta, ni vegetales, ni cereales, ni fresas ni zanahorias minúsculas ni queso cheddar.

“Bebe agua y leche a menudo”, aconsejaba sabiamente la efímera página web que se embandera por los derechos de la infancia vulnerada. “Cuando estás realmente sediento, nada sacia más la sed que el agua fría. Existe un motivo por el cual la cafetería de tu escuela ofrece cartones de leche. Los niños necesitan calcio para desarrollar huesos fuertes, y la leche es una fuente excelente de calcio”. También es una quimera para miles de niños de la Ciudad. Tan inalcanzable como el agua fría y potable que nunca aparece en las canillas, que hay que viajar a buscarla cuadras y cuadras o que trae el camión cisterna mucho más de vez en cuando que lo esperado.

Un portal de infancia descubrió, además, que Veoveo no era más que una reproducción -pura técnica copy&paste- de Kidshealth, la web de consejos y servicios de Pediatría de la Empresa "NEMOURS - A Children's Health System"… es decir una prestataria de Servicios Privados de Salud de los Estados Unidos.

La extinta Veoveo será para siempre -a pesar de su vida de mosquito- un emblema del macrismo en su cimiento ideológico. La ciudad es un brillante recorte para pocos. Se gobierna para los niños que aportarán al futuro planificado y no para aquellos que, desde los bordes, amenazarán todo el tiempo -con sus tornillos de herrumbre- la claridad del engranaje.

Por eso, allá por febrero, el subsecretario de Inversiones del Gobierno de la Ciudad, Carlos Pirovano, propuso vender la educación pública. “¿Y si asumimos que la educación pública está muerta y con esa plata le pagamos a los chicos una escuela privada? Le regalamos las escuelas públicas a los maestros que dejarían de ser empleados públicos y podrían ser empresarios. Dejarían de discutir por el salario y se preocuparían por brindar una buena educación y recibir el cheque del gobierno”.

Ni Pirovano ni Veoveo son desatinos ni burradas de oscuros funcionarios inoperantes. Son mosaicos de muestra de una estructura ideológica exclusiva y exclusora. Que sueña con pequeños grupos de privilegio que diseñen un futuro blanco, tranquilo y con pocos. Sin el fastidio escandaloso y morocho de la gente en la calle, sucia de hambre y libertad. A la derecha de las oficinas de dios. Que apaga el movistar cuando anochece y el desamparo asoma brutal, como un monstruo en la ochava.