Hoy, hace treinta años |
Lunes, 11 de Abril de 2011 21:31 |
Aviso: Nota publicada el 18 de febrero de 2006. Justo aquel 18 de febrero. 1976. Elegir el día de mi cumpleaños para regresar a la Argentina. Justo aquel 18 de febrero. 1976. Elegir el día de mi cumpleaños para regresar a la Argentina. Creer que todo lo malo ya había pasado o por lo menos que se iniciaba el camino a la seriedad. Isabel había llamado a elecciones. Algunos creímos que era el momento de regresar. Y para los optimistas irremediables eso significaría vivir en libertad. El regreso, entonces. Haber tenido que ir al exilio en un gobierno llamado democrático. Pero con las Tres A. Recuerdo ese 12 de octubre de 1974. Condenado a muerte. Por La Patagonia rebelde. Simplemente, así. Leer la propia condena en el diario. Primero, el negarse a creer tamaño despropósito. En una llamada democracia. Un gobierno peronista de izquierda que había pasado con prisa y sin pausa a la derecha. No podía ser: aquel gobierno de Cámpora que sin hesitar nos había aprobado el guión para filmar La Patagonia rebelde y ahora, en el de Isabel Perón, se nos condenaba a muerte por lo mismo. Más todavía, recuerdo la entrevista que tuve con el rector Rodolfo Puiggrós, a quien fui a ver para que la Universidad respaldara el proyecto que había presentado: un equipo de antropología que me acompañara a Santa Cruz a estudiar y marcar definitivamente las tumbas masivas de los obreros rurales fusilados por el ejército en 1921 y ’22. Recuerdo que Puiggrós se levantó de la silla, me dio la mano y me dijo: “Delo por hecho, vamos a apoyar ese trabajo como prioridad, a la historia no hay que esconderla”. Recuerdo el abrazo. Pero quedó en abrazo, como si ésa hubiera sido la despedida final. Ottalagano se llamará quien transforme la universidad de un ágora de discusión y búsqueda en un cuartel de monjes y soldados obedientes al silencio y la disciplina del poder. Y comenzaron los asesinatos de intelectuales y estudiantes. Asesinos a sueldo pasaron a ser los dueños y señores de la vida y de la muerte. ¿Cómo fue posible eso? ¿Por qué nunca se habla de eso? ¿Por qué, y con toda justicia, se va a recordar el 24 de marzo las tres décadas de la iniciación de la dictadura de la desaparición de personas, pero no se dice que el período de Isabel Perón fue justo el prólogo de lo que iba a ser después? ¿Por qué el Partido Justicialista no hizo una severa y profunda crítica de ese período? Basta recorrer la documentación oficial de esa época. Los asesinatos políticos, la prohibición de libros, la censura de filmes, la cesantía de docentes y de otros cargos, la expulsión de estudiantes y... el libre albedrío de matar. Basta leer justo lo que ocurrió en esa época en las universidades nacionales. Nada se puede esconder, la verdad histórica tarda, pero sale a la luz. Muy pronto saldrá una investigación realizada con la honestidad de la verdad histórica. Se refiere a la Universidad de Buenos Aires, en el período de Puiggrós, en el de Ottalagano y en el de la dictadura de Videla. Suscintamente, en esos tres períodos están al desnudo las dos Argentinas. La pregunta es ¿cómo se pudo llegar a eso? Los documentos oficiales hablan por sí mismos. No son ni siquiera necesarias las interpretaciones. Rodríguez Varela será después ministro de Justicia en la dictadura de Videla. Los números lo dicen todo: si en 1972, los ingresantes a la Universidad de Buenos Aires fueron 21.000; en 1974, en la época de Puiggrós, fueron 40.000. Kestelboim decía en ese tiempo: “El objetivo que teníamos era transformar los contenidos y las metodologías de enseñanza. No queríamos seguir produciendo abogados litigantes, defensores de los intereses privados, sino abogados comprometidos con un proceso de transformación, de cambio, de liberación, que sabíamos se estaba dando en el país. Esas fueron las aspiraciones que nos propusimos”. Kestelboim tendrá que irse. Venía ya Ottalagano, peronista de derecha. Y se iniciaba la marcha de regreso a la universidad para el sistema. La de los profesores clásicos, la de los oportunistas –que siguieron pese a todos los cambios– y los que miraron al costado. Comenzaba la enseñanza regimentada. Con traje y corbata. De la “Patria Socialista” a la “Patria Peronista”, con el final de la patria procesada, sin proceso. |