Argentina: Yo También soy un colifato Imprimir
Escrito por Diana   
Domingo, 04 de Septiembre de 2011 18:53

 

Lalo Mir / Narrativa Radial

Testimonio de Lalo Mir en referencia a la nota “La Colifata es un fenómeno que después de 20 años sigue generando sorpresa”, entrevista con Alfredo Olivera. (Nota de Olivera al pié)

LT 22 Radio La Colifata me sigue emocionando. Pasan los años y mi admiración hacia este proyecto crece. Aún me parece un sueño aquella mañana que Alfredo apareció por la radio con su radiograbador, que era en sí mismo toda una radio. En ese radiograbador escuché a los primeros colifatos y el flechazo fue total. Pero lejos estaba yo de imaginar lo que iba a suceder con La Colifata: convertirse en un fenómeno, en un ejemplo mundial.

Hoy las terapias alternativas han avanzado, pero la radio como terapia sigue siendo imbatible, me parece, porque rompe con los límites, con los muros, hace que las voces y las ideas salgan de tanto encierro y vuelvan convertidas en oyentes, en amigos.

Cuando allá por los primeros años del siglo los colifatos salían a la calle para reportear para Lalo Bla Bla en Radio del Plata, vestidos con la camiseta de La Colifata, uno de ellos me dijo un día: “¡¡Me reconocieron, Lalo, un señor me dijo que nos escuchaba!!”

Se había hecho la magia. Se había terminado la locura... o había empezado.

*Locutor, periodista y padrino de Radio La Colifata.


“LA COLIFATA ES UN FENÓMENO QUE DESPUÉS DE 20 AÑOS SIGUE GENERANDO SORPRESA”

El creador y director de la radio pionera en transmitir desde un neuropsiquiátrico con los pacientes como protagonistas, repasa los primeros 20 años de una experiencia multipremiada que traspasó las fronteras argentinas pero aún hoy sigue luchando por subsistir.

Por Mariano E. Pagnucco

Fue en octubre de 1990 cuando Alfredo Olivera, un joven argentino que recién daba sus primeros pasos en la carrera de Psicología, transitó por primera vez los pasillos del hospital José Tiburcio Borda, el neuropsiquiátrico insigne de Buenos Aires. Lo único que Olivera tenía en claro entonces era su voluntad de ayudar, pero nunca imaginó que dos décadas más tarde sería recordado por liderar una revolución clínica… y radiofónica. Esa aventura –que entrado el siglo XXI está esparcida por todo el mundo y ha tenido embajadores famosos, como Francis Ford Coppola o Manu Chao– se llama LT 22 Radio La Colifata y es reconocida como la primera emisora en transmitir desde un centro asistencial para pacientes psiquiátricos (con ellos como protagonistas). Lo que se dice, una historia de locos.

Durante sus primeras visitas al Borda, a Olivera le llamó la atención –más allá del padecimiento psíquico de los que estaban internados– la robusta pared que separaba a los pacientes del resto de la gente: el abandono, el aislamiento social. Como participaba de un programa en una radio comunitaria, se le ocurrió utilizar la voz de los internos como lazo con el afuera. La idea, concretamente, era tender un puente donde había un muro. Un día llegó al hospital y les planteó la propuesta a los pacientes. Los invitó a hablar sobre distintos temas, grabó las charlas y eso salió al aire en el programa. La respuesta de los oyentes fue mágica: una catarata de llamados de personas movilizadas por esas voces. Los radioescuchas querían saber más y dejaban preguntas para los pacientes, con lo que habilitaron, imprevistamente, la continuidad del tema. Olivera les llevó todas esas inquietudes a los dueños de las voces antes silenciadas, ellos siguieron participando (ahora alentados por los mensajes que llegaban desde afuera) y entonces nació La Columna de los Internos del Borda. Pero el conductor del ciclo, atento al protagonismo que fueron cobrando esas voces, les pidió que buscaran un nombre propio para el espacio. En la recorrida del sábado siguiente –grabador en mano– un interno hizo una encuesta entre sus compañeros. Surgieron alrededor de 40 nombres de lo más diversos, pero sólo uno –el que había propuesto Jorge Garcés– aludía a la locura: La Colifata, una derivación de la palabra “colifato”, que en lunfardo significa “loco”. Ése fue el que quedó, el que eligieron los oyentes de la radio y el que marcaría el comienzo de una historia que empezó a desarrollarse el 3 de agosto de 1991.

Fueron años de esfuerzos –y solidaridad externa: la radio no cuenta con ningún aporte económico estatal, a pesar de que el dispositivo radiofónico es una probada herramienta para la reinserción social de los pacientes– los que permitieron que La Colifata tuviera equipos, antena, frecuencia y estudios propios para transmitir desde el corazón del neuropsiquiátrico ubicado en el barrio de Barracas, en el sur porteño. Con todo ese trajín en el lomo, el licenciado Alfredo Olivera cuenta un episodio reciente, casi una broma del destino en el mes aniversario de los colifatos: “Por el asunto de los 20 años, les propuse a mis compañeros que el sábado de los festejos viniera Garcés para homenajearlo en vida. Hacía como tres años que no lo veíamos, estaba internado en una clínica privada. Llamamos a la clínica, nos dijeron que estaba bien, entonces iniciamos los trámites para que pudiera venir. Bueno, la mala suerte es que al día siguiente, falleció. Si bien el hecho, claramente, es muy triste, se dio una situación que no esperábamos. Ese sábado, su hermana, después de haber ido al entierro, vino a La Colifata para agradecer y testimoniar lo importante que era para Garcés la radio y, a su vez, para recibir el reconocimiento de los presentes de la importancia de Garcés, ‘el filósofo de La Colifata’ que le dio el nombre a la radio”.

Cuando empezaste a visitar el Borda, ¿cuánto sabías de Psicología y cuánto de radio?
De radio sabía porque siempre me interesó la radio. Cuando era chico me fascinaba la onda corta, captar las radios de otros países. Ésa es parte de la influencia, también mi papá y mi abuelo que eran periodistas. Y el tema de la Psicología, en realidad… es obra de La Colifata. Es al revés: La Colifata produjo un psicólogo y no un psicólogo hizo La Colifata. Cuando empecé estaba en primer año de la carrera y años después, habiéndose desarrollado bastante el proyecto, entre uno de sus efectos produjo un psicólogo. Lo que había era siempre mucho interés por las cosas, puntualmente en relación a lo social.

¿Qué te pasa por la cabeza en esta época, cuando mirás para atrás y pensás en los 20 años de La Colifata?
Y… tiene un valor simbólico muy fuerte, hay algunos momentos que te hacen dar cuenta de que realmente pasaron 20 años y de que casi la mitad de tu vida la dedicaste a eso. Es muy fuerte porque pasaron muchas cosas en todo este tiempo, la mayoría de ellas muy intensas y muy positivas. Siento muchas cosas, principalmente la alegría de haber llegado, mínimamente, a 20 años.

PALABRAS QUE CONSTRUYEN LAZOS

En la historia de dos décadas que recorrió La Colifata hubo hitos diversos. El primer gran impulso que recibió el proyecto se debió a Lalo Mir, un radialista apasionado que quedó fascinado con la iniciativa y hasta llegó a hacer un “Móvil Colifato” en su programa (ver Yo también soy un colifato). También se sumó a la difusión Nelson Castro, quien accedió –en su doble condición de periodista y médico– a la difusión de las producciones de los pacientes. Promediando la década del ’90, la buena voluntad de oyentes y conocidos permitió ampliar la estructura técnica. En ese sentido, hay anécdotas brillantes, como la de la familia que donó un viejo Citroën que hacía las veces de móvil de exteriores.

Los años transcurrieron y la expansión de La Colifata excedió ampliamente las fronteras argentinas; de hecho, hoy en día hay experiencias similares en Francia, España, Italia, Suecia, Costa Rica, Uruguay, Portugal, Canadá y un largo etcétera. De todos modos, lo revolucionario de La Colifata no pasa sólo por “levantar puentes donde hay muros” a través del intercambio comunicacional que se produce entre el adentro y el afuera, sino que la propia práctica de radio, la “clínica del acontecimiento” que se genera espontáneamente cada sábado cuando la palabra circula entre internos, visitantes y oyentes, es un pata importante en el tratamiento de los pacientes de cara a su reinserción en la vida puertas afuera del hospital. Los múltiples premios y reconocimientos que ha recibido la radio en este tiempo son prueba cabal de ese efecto transformador.

Leía algunos documentos en la página web que explican los fundamentos del proyecto desde el aspecto clínico. Un hecho destacado es que el uso de la palabra les permite a los pacientes construir su propia subjetividad, que es una de las fallas que se dan en la psicosis. ¿Qué importancia tiene que ellos tomen la palabra y a partir de eso se construyan como sujetos?
Sí, en realidad el ser humano se construye a partir del habla. Cuando se menciona la psicosis se habla de una falla o un modo particular de articulación del psiquismo. Eso determina una posición desde donde se percibe el mundo. Se dice que quienes se constituyen en esta posición, el modo que tienen de percibir el mundo va y viene de las realidades convencionalmente aceptadas y son habitados por otro tipo de fenómenos, muchos de ellos que los hacen sufrir de verdad. La posibilidad del uso de la palabra… que igual yo creo que excede la cuestión de la palabra, porque la gente que está del otro lado escuchando no lo ve, pero el encuentro en una mirada, la gestualidad, también hacen a lo simbólico. Hacen que algo nos dé cobijo en el encuentro de dos, donde hay un entendimiento o un desentendimiento, pero algo de lo simbólico se juega allí. Un espacio radiofónico habilita una serie de procesos. El primero, y quizás el más interesante, es que no juegan a la radio, sino que tienen una radio. No es un taller que sirve como excusa para lo terapéutico ni un espacio para recuperar habilidades cognitivas. Acá se participa de una experiencia de encuentro que habilita la posibilidad de un trabajo que ayude a ir deconstruyendo ciertos posicionamientos encriptados en el dolor, pudiendo la palabra mediar entre el dolor hecho carne y la distancia que puede poner la palabra con ese dolor al nombrarlo. Y no sólo eso. La radio, por definición, está destinada a un otro, entonces genera un lazo. Y cuando hay tantos oyentes… Eso es una de las cosas más maravillosas de La Colifata, que hay gente que tiene ganas de escucharla, no es que dice “la escucho porque tomé conciencia social de tal o cual cosa”.

No hay dudas de que fuiste vos, Alfredo, quien dio el primer paso para que el proyecto se desarrollara y creciera. Sin embargo, todo el tiempo está muy presente la idea de que La Colifata es una construcción colectiva y no el mérito de tal o cual persona.
La identidad de La Colifata, aquello que podría definirla –aunque en realidad nada puede definirla, y quizás eso es lo más interesante de La Colifata– es que se deja definir por múltiples y variados discursos, pero en ninguno de ellos, ni siquiera en el mío, se deja atrapar o acabar. La radio no es prisionera de ningún relato y tal vez ese doble cruce la hace interesante, la hace un fenómeno con una fuerza viva que radica, me parece, en la potencia del acontecimiento. Y el acontecimiento tiene que ver con un punto de encuentro o un abordaje de medios de comunicación que genera puntos de encuentro donde los constructores del sentido que se va produciendo en el devenir del proyecto, somos todos: oyentes, integrantes de La Colifata y quienes coordinamos, que nos ubicamos como ese vector que permite la articulación entre el campo social y el campo específicamente clínico para que se pueda seguir potenciando y produciendo acontecimiento. La Colifata es eso, un fenómeno que después de 20 años sigue generando sorpresa, asombro… Muchas veces hablamos de una clínica del asombro, no porque sea curiosa o rara, sino por la dimensión del asombro como aquello que ocurre cuando algo que no era pensado ni previsto acontece, y cuando eso pasa, algo del fenómeno comunicacional emerge. Ahí es cuando la palabra de los colifatos comunica y hay otro que se siente convocado y lo hace saber, porque ese otro también construye La Colifata.

Además, los oyentes tienen una relación de mucha cercanía, mucho cariño con los pacientes que participan.
Cuando se producen esos encuentros, nosotros intentamos ir acompañando estos procesos de construcción de lazo, desarrollo de lazo, sostenimiento y gestión de ese lazo. Hay gente que viene a La Colifata una, dos, tres, diez veces, después se hace amiga de uno u otro y esa relación se torna independiente del proyecto de radio, y en caso que lo necesiten nos preguntan. Entonces, hay una cuestión intrasubjetiva, otra cuestión intersubjetiva, y si tuviese que definir hoy el objetivo general en relación al trabajo con los usuarios de este espacio (gente con diagnóstico psiquiátrico), diría que tiene que ver con trabajar en función de la construcción de espacios de autonomía. Autonomía es aquello que permita que el modo en que ellos están en la vida y las relaciones sociales que van estableciendo, les permitan ser cada vez más –muy entre comillas– “dueños” de su devenir, que puedan gestionar las relaciones con los otros de una manera lo más satisfactoria posible.

La aplicación del dispositivo de la radio en el tratamiento de los pacientes viene dando excelentes resultados en cuanto a la socialización de los que dejan el hospital. ¿Cómo influyó en 20 años la experiencia de La Colifata en la mirada del afuera hacia las personas con patologías psíquicas?
Ahora estamos empezando a recoger algunos pequeños frutos de esta tarea que emprendimos no solo nosotros, sino que también hay muchos otros grupos que lo vienen haciendo, cada uno con su estilo y su manera. Creo que La Colifata logró sacar los pies del plato de lo que está ubicado dentro de la salud mental y llegar más allá de eso, justamente para poder producir salud mental. El hecho de que ahora las personas internadas en los psiquiátricos o con diagnósticos psíquicos vuelvan a estar habilitadas para votar, en parte es un granito de arena que aportó La Colifata. Nosotros hacíamos elecciones simbólicas en el Borda desde el ’95. Hoy se vota ya no solo simbólicamente sino concretamente, y al votar concretamente el efecto simbólico que genera en la gente es muy fuerte. Hay muchísimos logros desde el punto de vista del Derecho y la restitución del Derecho con su efecto en la promoción de la dignidad de cualquier sujeto… el matrimonio, por ejemplo. También aportó a las experiencias argentinas y de todo el mundo que ven en la herramienta de la radio o del abordaje de los medios una oportunidad para… se puede decir de millones de maneras, la que más me llama ahora es: una oportunidad, una actividad que puede interpelarnos. Tiene que ver con la interpelación, no tanto de la locura sino de lo humano. Lo que ocurre es que habilitando lugares para la expresión de este colectivo excluido, hay algo de la producción cultural que se pone en juego y me parece que eso es un aporte que nos ayuda a ir pensándonos e ir construyendo eso que queremos ser o vamos siendo. Además… bueno, hace 20 años era como muy… raro de pensar. Quizás voy a usar un lugar común, pero parecía “una locura” una experiencia de este tipo, y hoy es algo habitual, nadie se sorprende porque haya proyectos de abordaje de medios para estos usuarios de servicios de salud mental. Creo que al menos hemos dejado alguna impronta, desde que existe La Colifata, en relación al mundo en que vivimos.

La versión completa de la nota se puede leer en el blog de Narrativa Radial
www.narrativablog.blogspot.com

Para conocer más y colaborar con el proyecto:
LT. 22 Radio “La Colifata”
www.lacolifata.org
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www.facebook.com/radiolacolifata
Virrey Avilés 3740 - Depto. D - CP: 1427 - Buenos Aires, Argentina
Tel./Fax: (5411) 4554-4356

Transmite en vivo los sábados, a partir de las 15, en FM 100.1 MHz (Buenos Aires) y a través de su sitio web.

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