Nuestras víctimas no cuentan. La Segunda Guerra Mundial en el tercer mundo Imprimir
Domingo, 29 de Noviembre de 2009 21:47

José Angel Oria / Sin Permiso

Con el título La Segunda Guerra Mundial en el tercer mundo se ha inaugurado una exposición en diversas ciudades alemanas. El conflicto iniciado en Europa provocó mucho sufrimiento también en los continentes restantes, pero en la historia escrita por los vencedores esas cuestiones ni siquiera se mencionan. Es una exposición imprescindible para empezar a comprender lo que realmente pasó.

“Como a menudo ha ocurrido a lo largo de la historia, la historia de la Segunda Guerra Mundial es la de los vencedores, además de la de los ricos y propietarios. A pesar de que Alemania y el Japón fueron derrotados, desde el punto de vista de quienes escriben la historia, están entre los vencedores. Aunque la historiografía de estos países ha tenido que poner en cuestión una miríada de cosas, trata a alemanes y japoneses como vencedores. Quienes después de la guerra quedaron en el olvido como si no hubieran participado en el conflicto, quienes están obligados a repasar la historia con sus hijos sin encontrar noticia alguna de lo que ellos hicieron, están en la categoría de perdedores. Son perdedores carentes de voz propia.

Así viven actualmente cientos millones de personas y su descendencia en África, Asia, América Latina y en los países del Océano Pacífico.” Son palabras de Kuma Ndumbe, profesor de la Universidad de Yaunde (Camerún), que resumen perfectamente la situación de los verdaderos perdedores de la Segunda Guerra Mundial. Primero en Berlín (Alemania) y, después, en otras ciudades del país, existe la oportunidad de visitar una exposición que muestra el lado oculto de la guerra más trágica jamás acontecida. La han titulado La Segunda Guerra Mundial en el tercer mundo y proyectan llevarla las escuelas públicas. El trabajo lo han elaborado miembros del Rheinisiches Journalisten Büro (Oficina Renana de Periodistas), bajo la dirección de Karl Rossel. Perdedores como vencedores, muestra la situación de los verdaderos perdedores.

 

Víctimas no contabilizadas

¿Cuánta gente murió en la Segunda Guerra Mundial? ¿Cuántos eran civiles? ¿Cuántos en los países más ricos de Europa y cuántos en los países empobrecidos del mundo?

 

En la entrada de Wikipedia en euskera se dice que murieron 56 millones de personas [61.820.315, según la entrada en español, http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Mundial, que sólo las contabiliza a partir de septiembre de 1939 (n. del t.)], pero según la exposición berlinesa, considerando los muertos de todo el mundo, la verdadera cantidad supera los 70 millones. Como dice el profesor Ndumbe, no todas las víctimas son iguales, puesto que a muchas ni siquiera las contabilizan. Puede añadirse, al tiempo, que, según las ideas que han dominado desde entonces, los judíos fueron las víctimas más víctimas, ya que continuamente y en cualquier lugar se realiza una miríada de películas, exposiciones, actos, se escriben libros, etc. sobre ellos. El trabajo de los periodistas de Colonia pone las cosas en su sitio.

 

Oficialmente, la Segunda Guerra Mundial empezó el 1 de septiembre de 1939 y acabó en septiembre de 1945, a pesar de que hacía dos años que había empezado la guerra entre China y Japón cuando el fuego europeo empezó a extenderse a todos los rincones. Además, el país más poblado del mundo no tuvo paz hasta que Mao y sus seguidores tomaron el poder.

 

Época de colonialismo

En 1939 el colonialismo dominaba el mundo: los estados europeos tenían dominados territorios en todos los países del mundo, para explotar, o mejor dicho “robar”, sus recursos. Se acercaba el desplome de la fuerza colonial de los británicos, pero hasta entonces ésta era temible, ya que una cuarta parte del mundo estaba a las órdenes de Londres.

 

El Estado francés tenía fuera de Europa cuatro veces más territorio que dentro de ésta y, sumando los habitantes de todas sus colonias, su población llegaba a los cien millones de personas. Los Países Bajos tenían en las colonias tierras de mayor superficie que toda la Europa occidental. Los EEUU tenían bajo su dominio a Filipinas y a una miríada de archipiélagos del Océano Pacífico. El Japón tenía colonizados el norte del Pacífico, Corea, Taiwán y una gran parte del noreste de China. También Italia se apropió de muchas tierras en el este de África: en la época de Mussolini la superficie que tenía en el este de África era cuatro veces mayor que Italia. La propia Alemania había tenido colonias en Asia y África, pero las perdió a consecuencia de su derrota en la Gran Guerra.

 

Las masacres de Abisinia

Si para China la Segunda Guerra Mundial había empezado en 1937, para millones de africanos se puso en marcha en 1935, esto es, cuatro años antes que en Europa. Benito Mussolini, después de proclamarse duce, emprendió la campaña para conquistar Abisinia o Etiopía. Su ejército tenía 300.000 soldados, la mitad eritreos y somalíes. Las débiles armas de los abisinios poco podían hacer contra el gas mostaza y los tanques de los italianos. Parece un relato de la Palestina actual. Cuando en 1936 Italia había tomado Addis Abeba habían muerto 150.000 civiles, pero la ulterior ocupación no trajo la paz: se impusieron las torturas y violaciones de toda laya y se calcula que la resistencia de la época tenía 500.000 guerrilleros. Allí se colocó el frente africano oriental cuando empezó la Segunda Guerra Mundial: tropas de 17 países de tres continentes participaron en el conflicto armado, que se alargó hasta abril de 1941.

 

Los británicos también emplearon a muchos soldados de las colonias: de once millones, cinco no eran británicos. Reclutó a un millón de africanos en su ejército, en la mayoría de los casos obligándoles. Sirvieron en todos los territorios que tenían en África las potencias del Eje: en Etiopía contra Italia, en Libia contra Alemania e Italia, en Madagascar contra el régimen de Vichy, también en Birmania contra los japoneses.

 

Salario menor

 

Los soldados de las colonias cobraban menos que los británicos, se les daba menos comida y sus oficiales decían que tenían “formas de pensamiento infantiles”. Había pena de muerte para quienes se mostraran contrarios a esa situación. Si tenían oportunidad para ello, huían: en el este de África desertaron 25.000 africanos entre 1944 y 1945. Los franceses también utilizaron a gente de las colonias. Cuando empezó la guerra, en septiembre de 1939, el gobierno de la época reclutó a 500.000 africanos. Después de que los alemanes vencieran a los franceses, el régimen de Vichy, que estaba a las órdenes de los nazis, empleó a muchas de esas tropas en el norte de África. Muchas otras, en cambio, se unieron a los aliados en las guerras de Siria y África. De Gaulle reclutó a otros 100.000 en 1943 para que participaran en la campaña para recuperar Europa. Eso sí, cuando llegó el momento de celebrarlo, escondieron a los soldados africanos, ya que De Gaulle quería una celebración “más blanca”. Los metieron en lugares que parecían campos de refugiados y muchos no tuvieron oportunidad de volver a África hasta 1947.

 

A ambos lados de la barricada

La exposición nos da noticia de un caso significativo: en 1940 el senegalés Yoro Ba fue obligado a ingresar en el ejército del régimen de Vichy. Tuvo que luchar con el Eje. Cuando los aliados tomaron las tierras del oeste de África que estaban en manos de ese régimen, tuvo que empezar a luchar contra el Eje. Tras participar en el desembarco de Provenza, estaba entre las tropas que liberarían Francia. Pero luego le encerraron en un campo alemán que estaba en manos aliadas. En 1947 volvió a casa, a Senegal. Actualmente, el Gobierno francés le paga 13 euros al mes.

 

Si al utilizar a soldados de países empobrecidos tanto franceses como británicos dejaban en evidencia su racismo, aún más claramente lo hacían los nazis. A consecuencia de su derrota en la Gran Guerra, los países vencedores impusieron a Alemania graves sanciones económicas y políticas. Los nazis prepararon un plan para recuperar y extender las colonias que Alemania había tenido en África. Intentaron ponerlo en marcha tras haber tomado todo el este europeo, pero la resistencia de la Unión Soviética puso patas arriba esas intenciones. De todos modos, sobre el papel tenían el plan muy avanzado: habían empezado a contratar a gente para administrar las colonias en que había grandes minas y plantaciones y preparado recomendaciones y leyes para “no mezclar razas”. Según los proyectos de la época, en Madagascar había que reunir a los cuatro millones de judíos de Alemania. Pero estaba en un mar dominado por los aliados y la isla estaba demasiado lejos. Finalmente, llevaron a cabo la masacre sistemática que posteriormente se ha conocido como Holocausto en campos construidos en la propia Europa.

 

“No tomar presos negros”

Tras la victoria de los nazis sobre las fuerzas francesas en junio de 1940, 100.000 africanos quedaron en manos de los nazis. De esos mataron inmediatamente a unos 3.000 por no ser blancos, sin más. Karl Holz, la autoridad impuesta por los nazis en Bélgica, dio la orden de no tomar presos negros. En Chasselay, un pueblo cercano a la ciudad de Lyon, masacraron a toda una unidad formada por fusileros africanos, sólo dejaron vivos a los oficiales blancos.

 

El racismo predominó también después de acabada la guerra. En diciembre de 1944, 1.300 fusileros de Senegal volvieron al país, muchos de ellos supervivientes de los campos alemanes. Los reunieron en Thiaroye, un pueblo próximo a Dakar. Estaban esperando cobrar el sueldo, así como la paga prometida por el licenciamiento. A los que habían estado presos en Alemania les correspondían 5.000 francos, al menos en teoría. Los ex fusileros secuestraron a un oficial para hacer respetar sus derechos. Cuando lo liberaron, la madrugada del 1 de diciembre, vehículos blindados rodearon el campo y empezaron a disparar. Hubo 300 muertos.

 

Inspiración de liberadores

Treinta “dirigentes” de la revuelta fueron juzgados y encarcelados. De ellos cinco murieron en la cárcel. La amnistía les llegaría en 1947. La masacre de Thiaroye evidenció el verdadero carácter los colonizadores e inspiraría a los movimientos de liberación que después se extenderían por toda África.

 

Sétif está en Argelia. El 8 de mayo de 1945 se celebraba el final de la guerra. Se les prometió que en seguida se les daría la libertad, que pasarían de colonia a estado. Entre las banderas de los EEUU, la Gran Bretaña y el Estado francés se podía ver una de Argelia. Según las declaraciones del testigo Lamri Bouras, cuando el ambiente festivo llegó a la altura del Café de France, “un comisario francés sacó su colt y empezó a disparar a la gente”. “Otros dispararon desde los balcones.” La masacre, que dejó centenares de muertos, provocó muchas protestas. Las acalló el ejército. “Los soldados dispararon contra todo”, dice Haada Mani.

 

Cuando matan a los de casa

Las autoridades coloniales dijeron que había habido 1.500 muertos. En Argelia calculan que los franceses mataron a 45.000 personas. Con esa situación en casa se encontraron los miles de soldados argelinos que habían estado liberando Europa. Volvieron a finales de mayo, pero no se les dio oportunidad para estar con los de casa. Así relata Lounes Hanouz lo que le sucedió: “cuando llegué a Kerratta, vi a mucha gente haciendo cola”. “Lloraban y me pareció que me querían decir algo. «¿Dónde están los de casa?», les pregunté. Al final recibí una respuesta: «los vi por última vez en un camión». Se los llevaron al valle de Kerratta. Allí, en el puente, le preguntaron a mi padre lo siguiente: «¿empezamos contigo o con tu hijo?» Él fue el primero que fusilaron. Volver de la guerra y ver que toda nuestra familia había sido asesinada. Eso no se puede olvidar.”

 

Los colonizadores europeos impusieron trabajos forzados a miles de personas de los países empobrecidos. También en el reparto de indemnizaciones por la guerra la gente de estos países recibió menos que la del resto. “A juicio de los franceses, nosotros éramos los soldados negros de siempre, que se conformaban con algunas monedas. Pero en la guerra las balas no distinguían entre blancos y negros y todos morimos del mismo modo”, dice Issa Ongoiba, miembro de la Asociación de Veteranos de Maliba Bamako.

 

Decenas de miles de voluntarios de Puerto Rico y de otras islas caribeñas participaron en la guerra, muchos de ellos en la liberación de Francia y en la conquista de Alemania. Una escuadra aérea mejicana participó en la guerra de Filipinas y 25.000 brasileños en Italia. 500 de ellos murieron en esas luchas de Montecassino. En 1943 la guerra llegó a las islas Salomón. Los estadounidenses estuvieron luchando contra los japoneses en el archipiélago del Océano Pacífico. Biuku Gasa estaba preparado para realizar tareas de inteligencia para los aliados: con su amigo Aaron Kumasi y con aspecto de pescador, analizaba los movimientos de los japoneses, para posteriormente informar de ellos a los estadounidenses. Un día que iban en su pequeña piragua vieron a soldados de los EEUU en una pequeña isla. Les prestaron ayuda y así lograron salvar al capitán John Fitzgerald Kennedy y sus compañeros. “Si no hubiera sido por mí, los EEUU jamás habrían tenido un presidente llamado Kennedy”, dice actualmente Gasa.

 

Los más baratos, los aborígenes

En 1940, los aborígenes de Australia, según la legislación, carecían de derechos (no se les reconocieron oficialmente hasta 1967), pero servían para la guerra. Después de que los japoneses bombardearan la ciudad de Darwin, se les dio la responsabilidad de vigilar la costa septentrional australiana, en previsión de que los japoneses desembarcaran allí. Les salieron muy baratos a las autoridades australianas, ya que no necesitaban armas ni alimentos (con sus técnicas tradicionales tenían capacidad para obtener del bosque todo lo que necesitaban). A cambio de su trabajo, les daban cosas como cuerdas, hachas, pipas y tabaco. A las autoridades australianas les costó mucho que los aborígenes comprendieran cuál era el trabajo que tenían que realizar. Unos años antes esas autoridades habían castigado muy duramente a los aborígenes que habían matado a unos pescadores japoneses que habían violado a unas chicas. A los aborígenes les costó mucho comprender que lo que antes estaba prohibido ahora estaba autorizado y premiado.

 

El mayor ejército de las colonias estaba en la India. En aquella época la India tenía 320 millones de habitantes. 2,5 millones formaban el Royal Indian Armya. Los ghurkas nepalíes eran otros 120.000. A estos les dieron mejor trato que a los soldados africanos: si en África todos los oficiales eran blancos, en la India también había nativos: 14.000 indios llegaron a oficiales en la Segunda Guerra Mundial. Al retirarse cobraron pensión, eso sí, menor que la de los de origen británico.

 

La India, campo de batalla

La India fue también campo de batalla. Los japoneses bombardearon las ciudades orientales y los submarinos hundieron 23 cargueros aliados. En torno a 60.000 soldados indios murieron y otros 80.000 fueron capturados por los alemanes, japoneses e italianos.

 

Alemania llegó demasiado tarde a Oriente Próximo. Franceses y británicos ya habían tomado posiciones. Los estrategas de Hitler intentaron utilizar a favor de los nazis las posturas anticolonialistas de los árabes. Crearon grupos y movimientos pronazis en Egipto, Siria, Iraq y Palestina. El propio Hitler le regaló en 1938 un Mercedes-Benz de lujo al rey Faruk, de Egipto. Cada vez que los aliados sufrían una derrota en el norte de África crecía la esperanza de los árabes de dejar de ser colonias. Algunos años después Anwar El Sadat, el hombre que llegaría a ser presidente de Egipto, dijo que “creíamos que la derrota de los británicos era el único modo de echar del país al enemigo”. Los británicos le detuvieron en 1942, en el momento en que los espías alemanes le daban dinero.

 

Árabes y judíos

En Túnez, quienes no querían ser colonia de Francia hacían cálculos similares. Por orden de Hitler, los nazis formaron “legiones árabes”. En el Cáucaso, los nazis emplearon a oradores islámicos para apartar a Chechenia y otros países maltratados por Stalin de la influencia de la Unión Soviética. Hitler también encontró aliados en Palestina, que, por influjo del sionismo, se estaba llenando de judíos. El muftí de Jerusalén, Amin al-Husayni, recibió ayuda monetaria de los nazis y el propio Hitler lo recibió en su sede principal. En Iraq, los alemanes organizaron un golpe de estado contra los británicos. Cuando éstos volvieron, centenares de judíos fueron muertos en Bagdad y miles, heridos. En aquella época, los árabes de Bagdad escondían en sus casas a los vecinos judíos.

 

Para oponerse a las potencias coloniales, miles de personas se unieron a los nazis y el Eje también en la India y Birmania. El político indio Subhas Chandra Bose soñaba con construir una India que tuviera los rasgos del régimen de los nazis. Reclutó a 3500 indios que los nazis tenían presos en campos de concentración para formar la Legión India. Este ejército se dedicó a capturar militantes de la resistencia francesa. Después se fue a Singapur y allí encontró a 50.000 voluntarios indios para luchar con los japoneses en Birmania. Murió en un accidente de avión, intentando huir de los británicos. Actualmente una miríada de escuelas, universidades, estaciones de tren, etc. de Bengala llevan su nombre. También un partido político y el aeropuerto internacional de Calcuta.

 

Birmania fue uno de los países que más sufrió la colonización de los británicos. Por eso mismo fue uno de los países que más duramente luchó contra ella. Cuando allí los británicos tuvieron que dar marcha atrás, los japoneses fueron acogidos como liberadores en las calles de la capital, Rangún, a pesar de que la ciudad hubiera tenido que sufrir sus bombardeos algunos meses antes. Formaron un ejército que se unió al japonés, hasta que se percataron de que los japoneses eran como los británicos. Por eso, en la fase final de la guerra empezaron a luchar contra aquéllos. En la guerra murieron 150.000 civiles birmanos, el cuádruple que en la Gran Bretaña.

 

La hambruna de Bengala

A Bengala, provincia oriental de la India, la guerra llegó como consecuencia de los combates de Birmania. Conseguir arroz era cada vez más difícil y el precio subió. Un alimento que en el Asia oriental es tan básico se encareció terriblemente. La gente se moría de hambre. En la ciudad de Calcuta contabilizaron a 100.000 mendigos en 1944. La hambruna mató a cerca de cuatro millones de personas. La hambruna que Winston Churchill ni siquiera menciona en su historia de la Segunda Guerra Mundial de seis tomos.

 

La guerra también llegó a las Filipinas. Y de qué modo, además. Así explica el historiador Ricardo Trota lo que sucedió entonces: “la Segunda Guerra Mundial dejó en Filipinas más muertos que en cualquier otro país del Asia meridional”. “En ningún otro lugar de la región hubo la destrucción que sufrimos aquí. Según los datos oficiales del Gobierno, la guerra mató a 1,1 millones de filipinos, esto es, teniendo en cuenta la población de todo el archipiélago, una de cada dieciséis personas.”

 

La guerra se acabó en 1945. Alemania se rindió en mayo y el Japón, en septiembre. Antes los EEUU habían arrojado dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, lo que causó centenares de miles de muertos y dio noticia al mundo de sus armas.

 

Sin paz

Pero en muchos lugares no hubo paz alguna. En China continuó la guerra civil hasta 1949; Malasia, Indonesia y Filipinas siguieron en lucha contra los colonizadores; Corea se dividió en dos estados y, técnicamente, aún no ha terminado la guerra iniciada en 1950, que ya ha provocado tres millones de muertos; Indochina seguiría 30 años en lucha, contra los franceses y los estadounidenses (éstos arrojaron sobre el Vietnam más bombas que sobre Alemania); de la India de antaño surgieron la India actual y el Pakistán, potencias nucleares en combate mutuo continuo; las islas del Océano Pacífico se han convertido en un laboratorio de pruebas atómicas y sede de ejércitos muy lejanos; y África y Oriente Próximo no han conocido hasta la fecha más que guerra.

 

Jose Angel Oria es periodista

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano