La hora de los banqueros: los límites de la democracia en el proyecto europeo |
Miércoles, 16 de Noviembre de 2011 02:24 |
José Antonio Gutiérrez D. / A las Barricadas Cuando los pueblos árabes comenzaron a agitarse a comienzos de año, rápidamente los países de Europa comenzaron a tomar distancia de los dictadores a los que amamantaron por tanto tiempo, para secuestrar las banderas del cambio que reclamaban estos pueblos en la calle. Al hacer esto, también buscaron acallar el clamor por reivindicaciones sociales y económicas a favor de reformas democráticas cosméticas, como si las luchas de estos pueblos no hubieran sido ante todo movilizaciones por el derecho al pan más que a las urnas. No faltó quien acusara a los europeos y a sus hermanos mayores en Washington de hipócritas: mientras se “horrorizan” de la represión en Siria, la apoyan abiertamente en Baréin y Yemen; mientras azuzan el cuco del islamismo radical en Yemen, apoyan abiertamente a un régimen de jihadistas que impusieron la ley islámica en Libia; mientras exigen la dimisión de Assad, se hacen los desentendidos con las monarquías medievales de los Emiratos, Jordania, Marruecos o Arabia Saudita. No hay de qué extrañarse, puesto que los imperialistas (y EEUU y la UE son imperialistas en el sentido clásico del término) jamás actúan con otro objetivo que no sean sus propios interes materiales y geopolíticos. Serán hipócritas, pero su hipocresía es bastante predecible. Otros denunciamos que también era una hipocresía que los europeos se llenaran la boca hablando de “democracia”, secuestrando también este concepto y deformándolo a gusto, cuando lo que hacían era cuidadosamente canalizar el proceso de cambio en los países árabes por vías típicamente gatopardistas (“que todo cambie para que nada cambie”) para tener ya no dictaduras abiertas, sino que “democracias” vigiladas, con el ejército como guardián último de sus intereses imperiales. Al final, la única libertad que saben defender es la libertad del mercado [1]. Pero no faltó quien nos rectificara diciendo que los países europeos no eran hipócritas, sino que contradictorios: es decir, no es que no fueron “democráticos” de por sí, sino que tenían una política doméstica y otra externa. La externa, claro está, determinada por sus venales intereses, pero la doméstica supuestamente orientada según arraigados valores democráticos. Bastó que los indignados ingresaran en gloria y majestad al escenario de la historia por la Puerta del Sol, para que este mito de la Europa democrática se cayera. Es que la democracia occidental, como a veces la llaman, funciona cuando no hay nadie que proteste. Como Chomsky ha demostrado de manera notable, en las sociedades capitalistas avanzadas el mecanismo de control real no es tanto el garrote como la propaganda asfixiante que crea consensos forzados. Una vez que el pueblo se decide a cruzar el estrecho límite impuesto a las libertades democráticas por esa élite diminuta que nos gobierna, la democracia europea saca sus dientes y encarcela, golpea (nadie se atreve a decir tortura, pero es eso) y hasta asesina. Pasó en Génova hace una década y ha pasado en Grecia varias veces, pero la memoria del ciudadano europeo es bien frágil. El Golpe de los Banqueros en Grecia La opinión de la UE sobre los referéndums la conocemos quienes vivimos en Irlanda, pues dos veces los irlandeses han votado contra Tratados Europeos (Niza en 2002 y Lisboa en 2008) y las dos veces han sido forzados a votar nuevamente por Bruselas después de escasamente veladas amenazas que van desde expulsión de la UE hasta expulsión del concurso musical de Eurovisión. En Grecia sabían que perderían el referéndum, y por eso lo abortan de la manera más anti-democrática, demostrando cómo pueden forzar a todo un pueblo a permanecer a la fuerza en una zona comercial que los está desangrando con una deuda usurera e ilegítima. Sacaron al primer ministro socialdemócrata Papandreou y pusieron en su lugar, sin elecciones ni nada, a un tal Lucas Papademos –quien fuera ejecutivo del Banco Central de Grecia en el 2002 y luego vice-presidente del Banco Central Europeo hasta el 2010, para luego ser asesor de Papandreou. Él fue artífice de la transición del dracma al euro, luego tuvo un rol de punta en los préstamos irresponsables al hoyo negro de los bancos griegos y por último, asesoró las fallidas políticas económicas de un gobierno que arruinó a todo el pueblo. O sea, estamos hablando de la persona individualmente con más responsabilidad en todas las penurias que hoy enfrentan los griegos. Pero los banqueros han hablado: no aceptarán atisbos de “populismo” (la palabra que utilizan cuando la “democracia” tiene resultados indeseados para el gran Capital) y los tiempos que corren requieren de mano dura en las finanzas y en las calles, mano dura con los pobres y una mano tendida y generosa con los sufridos especuladores ¡banqueros al poder! Tecnócratas y mentirosos al poder En Irlanda también cayó el gobierno a fines del año pasado, y en improvisadas elecciones en Febrero, se eligió a una aparentemente esquizofrénica alianza: los laboristas (que en Irlanda están a la derecha de Tony Blair) y un partido nacional de derecha dura, que a su momento flirteó con el nazismo y hasta envió combatientes a Franco. Llegaron al poder prometiendo todas esas hermosas cosas que se prometen en época de elecciones. Prometieron que revisarían los pactos del saliente gobierno con el Banco Central Europeo y que re negociarían el rescate económico; también prometieron que no pasarían el oneroso peso de la deuda a los sectores más pobres. Y mintieron como tiende a hacerse en época de elecciones. No solamente han profundizado los términos del rescate negociado por el corrupto gobierno anterior, sino que han anunciado más recortes a los pobres, al gasto social, a los trabajadores en el próximo presupuesto, mientras los banqueros que ocasionaron la crisis, siguen recibiendo bonos millonarios porque, según los laboristas, éstos fueron pactados con anterioridad de la crisis. Estos gobiernos garantizarán que se siga pagando la deuda ilegítima, que se exprima hasta el último centavo, antes de que los países se declaren en quiebra. No hay otra lógica para todos estos programas de ajuste estructural y para todo el recorte al gasto social que estrangulan al mercado interno y desestimulan el gasto. Se trata de saquear todo lo que se pueda antes de que la casa termine de consumirse en llamas. Los gobiernos caen ¿y la alternativa? Ni siquiera hemos tenido una revolución (ni de cerca) y ya nos hicieron un golpe de Estado en Grecia, no uno militar, pero uno hecho con una fuerza más formidable que la fuerza de las armas: la fuerza del euro. Esto es prueba para que aquellos que creen esa cantinela de los valores liberales arraigados en la sociedad europea se den cuenta que esa clase de cosas también pueden ocurrir acá. En última instancia, el capitalismo, reposa sobre la fuerza bruta y sus ejercicios democráticos son puramente formales, cosméticos. Hacen bien los indignados en Europa en sus campamentos por exigir democracia real, cuando todos vemos que las decisiones que nos afectan a todos se están tomando en Bruselas y en el Banco Central Europeo. Pero tampoco deberíamos olvidarnos que no hay democracia en lo político si no hay democracia en lo económico. Mientras la economía (es decir, la organización de los medios para garantizar la subsistencia de las personas) esté en manos de una minoría, estará al servicio de una minoría. Y esa minoría tendrá el poder sobre el resto, sin importar si se gobierna mediante referéndum o con tecnócratas. Ese es el límite último de la democracia, la sacrosanta propiedad privada y ese debe ser el primer elemento que cuestione un proyecto verdaderamente alternativo para superar la crisis. José Antonio Gutiérrez D. -------------------------------------------------------------------------------- |